horizontal rule


Página personal de Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA  

horizontal rule

 

1.Publicaciones

1.1. Por años

1.2. Por temas

1.3. Por lugares

2. Inéditos o en prensa

3. Cargos y actividades

4. Mis fotos con San Juan Pablo II

5.Obra pictórica

6. Volver a la página principal

 

«Presencia histórico-artística franciscana en la ciudad de Huelva», en PELÁEZ DEL ROSAL, Manuel, Dir. y Edit., VII y VIII Curso de Verano (I) ‘El Franciscanismo en Andalucía’. Conferencias del VII Curso de Verano "El arte franciscano en las catedrales andaluzas", (Priego de Córdoba, 31 de julio al 5 agosto de 2001). Conferencias del VIII Curso de Verano (Priego de Córdoba, 22 al 26 de julio de 2002). Tomo I. Córdoba, Cajasur, 2003, págs. 309-339. ISBN 84-92256-5-9.

horizontal rule

 

PRESENCIA HISTÓRICO-ARTÍSTICA FRANCISCANA EN LA CIUDAD DE HUELVA

 

PREÁMBULO

            La catedral de Huelva conserva la impronta de sus orígenes como iglesia conventual mercedaria. No es posible, pues, responder desde Huelva al título de este VII Curso de Verano, «El arte franciscano en las catedrales andaluzas», por razón tan obvia. Erigida la diócesis de Huelva el 22 de octubre de 1953, se disponía en la Bula Laetamur vehementer que el obispo habría de tener como sede la iglesia de Santa María, es decir, la antigua iglesia conventual de Nuestra Señora de la Merced[1].

            Había sido iglesia del convento de mercedarios descalzos recoletos desde su fundación el 19 de abril de 1605 hasta su desamortización en 1835. La iglesia continuó abierta al culto, como ayuda de parroquia, y el convento se convirtió en cuartel, hasta que en 1863 el complejo conventual fue adquirido por la Diputación Provincial, institución que dedicó el edificio, desde 1869, a hospital provincial. En 1876 se instalaron en él las Hijas de la Caridad de San Vicente. Como consecuencia, la iconografía mercedaria fue sustituida en parte por la propia de los paúles[2]. En las destrucciones iconoclastas de 1936, fue respetado su patrimonio artístico, gracias a que el templo era propiedad de la Diputación y a que estaba unido al hospital. Tras la restauración de 1971-1977, se retornó a la iconografía mercedaria. Lamento, pues, comenzar diciendo que en la catedral onubense no existe arte de tema franciscano.

            Al no poder adecuarme al tema común, se me propuso tratar de la presencia histórico-artística franciscana en la ciudad de Huelva. Sirvan estas palabras para justificar el contenido de esta intervención.
 

1. PRESENCIA HISTÓRICA FRANCISCANA EN LA DIÓCESIS DE HUELVA

            Huelva comienza a existir como provincia por Real Decreto de 30 de noviembre de 1833. Y como Diócesis aún no ha celebrado sus bodas de oro. Pero quede asentado que es heredera de una antigua cristiandad visigótica y mozárabe con sede episcopal en Niebla, y que desde la reconquista fue parte del arzobispado de Sevilla.

            La orden seráfica fundó muy pronto conventos en lo que hoy es diócesis y provincia de Huelva. Puesto que es la primera vez que en estos cursos se trata del franciscanismo en Huelva, me permito delinear brevemente el cuadro de fundaciones de la orden en tierras onubenses, hasta la exclaustración. Fueron 10 en total: 6 conventos de franciscanos -dos de ellos recoletos-, 3 de clarisas y 1 de terceros regulares. Los 10 conventos dependían de cuatro provincias[3]: los franciscanos, de la Provincia Bética (6); las clarisas, de la Provincia de Andalucía (2) y de la Provincia de San Miguel de Extremadura (1); y los terceros regulares de la Provincia de San Miguel de Andalucía (1). Por orden cronológico, 2 fueron fundados en el siglo XIV, 4 en el XV, 3 en el XVI y 1 en el XVII.

fecha

Franciscanos de la Provincia de Andalucía, o Bética

Clarisas de la Provincia de Andalucía

Clarisas de la Provincia de San Miguel de Extremadura

T. O. R. de la Provincia de San Miguel de Andalucía

1337 / 1350

Moguer, Corpus Chris­ti / Ntra. Sra. de la Esperanza / San Francisco

Moguer, Santa Clara

 

 

1400

 

 

 

Bollullos, San Juan de Morañina / Santa María de Consolación

1412

La Rábida (Palos), Santa María de la Rábida (recoletos)

 

 

 

1431

1513

Lepe, Conventuales

Lepe, Ntra. Sra. de la Bella (Observantes)­

 

 

 

1513 / 1527

Ayamonte, San Fran­cisco

 

 

 

1521

 

 

Cumbres Mayores, Santa Clara / Ntra. Sra. de la Concepción

 

1531

Escacena, San Antonio

 

 

 

1588

Huelva, San Francisco

 

 

 

1639

 

Ayamonte, Santa Clara

 

 

 

            Puede observarse que, salvo la de Cumbres Mayores, en el borde de la meseta extremeña, las fundaciones se sitúan en Tierra Llana onubense (costa y campiña), en la línea de comunicación Sevilla - Huelva - Portugal, enclavándose en diversos señoríos jurisdiccionales: marquesado de Ayamonte (Ayamonte y Lepe), señorío de Palos, condado de Niebla (Huelva y Bollullos) y tierras realengas de Sevilla (Escacena, Cumbres Mayores).

            El P. Germán Rubio ya había destacado la popularidad de los conventos recoletos y los terceros regulares, ubicados en lugares solitarios, antiguos eremitorios, como centros de irradiación de la piedad mariana[4]. El convento de Morañina, donde se veneraba a la Virgen de Consolación, concentraba la devoción de la comarca de Bollullos y Almonte, de modo que el traslado de la imagen mariana a Sevilla en 1602 supuso el auge definitivo de las antiguas devociones de Ntra. Sra. del Rocío en Almonte y de las Mercedes en Bollullos. La Virgen de los Milagros atrajo la devoción de Palos, Huelva y Moguer. Y no digamos la piedad que rodeaba a la Virgen de la Bella en Lepe. Hoy las cuatro imágenes referidas son patronas de sus respectivas localidades, y las cuatro han recibido el honor de ser coronadas canónicamente; la de Palos, de manos del mismo Sumo Pontífice Juan Pablo II.

            Las clarisas se dedicaron a la vida contemplativa. Los restantes conventos cumplieron los fines apostólicos de la orden, trabajando pastoralmente en el seno de las ciudades, dedicados a la predicación y a las confesiones. Nota distintiva de los conventos de Ayamonte, Moguer y Huelva, y también los de La Rábida y Lepe, por su ubicación cercana a la costa y enclavados en barriadas de pescadores, fue la atención a los hombres de la mar.

            Las primeras fundaciones son las de Moguer, de franciscanos y clarisas. Ambas, fechables en 1337-38[5] (o en 1350, según Gonzaga y Waddingo[6]), se deben a la piedad y generosidad del almirante mayor de Castilla y señor de Moguer, don Alonso Jofre Tenorio, y de su esposa Elvira Álvarez. El de clarisas estaba dedicado a Santa Clara[7]; el de padres franciscanos menores observantes tuvo el título de Corpus Christi, y en 1482, en que fue trasladado a una nueva ubicación en la misma calle de la Ribera, se llamó de Nuestra Señora de la Esperanza[8]. La comunidad de varones se extinguió con la exclaustración. La de clarisas perduró hasta 1903, en que fallecieron sus últimas moradoras[9]. Perdura el claustro e iglesia de San Francisco, declarados BIC. El monasterio de Santa Clara de Moguer, monumento nacional desde 1933, se conserva en todo el esplendor de su arquitectura gótico-mudéjar, y es sede del Museo Diocesano.

            En 1400 se instalaron los terceros regulares de San Francisco en la antigua ermita de San Juan de Morañina, entre Bollullos y Almonte. Mientras preparaban la fundación en Sevilla, en las Cuevas, al otro lado del Guadalquivir, el arzobispo don Gonzalo de Mena, que quería establecer allí una Cartuja, les permutó el sitio por la iglesia de San Juan de Aznalfarache y la ermita de Morañina. Desde la instalación de los terceros, la ermita pasó a llamarse de Santa María de Consolación, y fue un importante foco de devoción mariana para la comarca. Aunque se trasladaron al convento de Consolación de Sevilla en 1602, se mantuvo la comunidad hasta la exclaustración[10]. No queda de él más que la antigua imagen, venerada en Sevilla en la iglesia de Consolación, o de los terceros, que fue de los escolapios.

            El convento recoleto de La Rábida, gloria de la orden franciscana, documenta su fundación en 1412, en virtud de la bula Etsi cunctorum, de Benedicto XIII, fechada en Tortosa el 6 de diciembre. El monasterio de Santa María de La Rábida, sobre el que pesó una orden de demolición en 1851, fue declarado monumento nacional el 20 de febrero de 1856, y restaurado con motivo del IV Centenario del Descubrimiento. El edificio fue cedido de nuevo a la orden franciscana en 1919. Por fin, el 25 de abril de 1920 la comunidad volvió a residir en el recoleto cenobio[11]. Y allí continúa pujante, testimoniando el protagonismo franciscano en el descubrimiento y evangelización del Nuevo Mundo[12].

            Según Gonzaga y Waddingo, el cordobés Francisco Luján fundó en 1431 en Lepe un eremitorio de padres conventuales, bajo el título de San Francisco, emplazado en un lugar solitario, cercano al mar, pero fueron expulsados por los vecinos de Ayamonte debido a ciertas controversias. Posteriormente, en 1513 los marqueses de Ayamonte, Francisco de Zúñiga y Leonor Manrique, fundaron el convento de menores observantes, entre Lepe y la torre de Villamarín, en el lugar hoy conocido como El Terrón, en la desembocadura del río Piedras, que fue dedicado a Santa María de la Bella, y tenían como cometido adoctrinar y servir espiritualmente a los pescadores[13]. En él se instaló un Colegio de Misioneros, que pasó luego a Arcos[14]. El convento de Lepe dejó como legado la imagen y camarín de Nuestra Señora de La Bella.

            En el referido año 1513, Francisco de Zúñiga y Leonor Manrique de Castro, marqueses de Ayamonte, fundaron en la capital de su marquesado el convento de San Francisco[15], en cumplimiento de cierta penitencia, según relata el procurador de dicho convento Alonso Delgado[16] . En 1527, Teresa de Zúñiga dotó una Casa de Estudios, ensanchando el edificio hasta tener capacidad para 40 religiosos[17]. Los marqueses de Ayamonte llegaron a ostentar el patronato de la Provincia Bética franciscana en 1591[18]. Conserva su iglesia, declarada BIC, con un magnífico artesonado y su retablo de pinturas, y es sede canónica de varias hermandades de penitencia.

            En Cumbres Mayores fue erigido el convento de clarisas de Ntra. Sra. de la Concepción, con licencia concedida por bula pontificia de Paulo II, fechada en 1466[19]. Por ciertas dificultades, fue fundado y dotado de nuevo en 1521 por Fernando Bejarano, canónigo racionero de la Catedral hispalense[20]. Las religiosas perduraron hasta el 28 de noviembre de 1849[21]. Del convento sólo se conserva la portada de piedra, exenta, en forma de arco conopial, y el solar de la iglesia convertido en placita. Algunos de sus retablos y esculturas se encuentran en la parroquial de San Miguel y en la ermita del Amparo.

            Se fecha en 1531 la fundación del convento de Escacena, dedicado a San Antonio de Padua, por la munificencia de los nobles Luis Méndez de Sotomayor y su esposa Juana[22]. En 1627 se trasladaron al centro de la población, levantando el monasterio al final de la calle Mesones, y formando la plaza que luego se llamaría de San Francisco.

            De 1588 data la fundación del convento de San Francisco de Huelva, por deseo del Concejo de la villa, como veremos más adelante.

            El último convento en fundarse fue el de clarisas de Ayamonte, en 1639/40, gracias a la generosidad de doña Isabel de Zamora, viuda de Alonso González Palacios[23]. Del edificio sólo quedó un ajimez.

            No prosperaron, en cambio, otros proyectos de fundaciones en Moguer (1504), en Ayamonte (1655), en Valverde del Camino (1705) y en La Palma (1721), dos de ellas para franciscanos descalzos de la Provincia de San Diego. En Moguer, Pedro Portocarrero obtuvo en 1504 bula del papa Julio II para fundar un segundo convento masculino, en el hospital del Corpus Christi, primitivo emplazamiento del anterior cenobio; sin embargo, la orden no consideró oportuno que hubiera dos conventos en la misma villa[24]. En Ayamonte, Francisco Galdames Cano, natural de la villa, que hizo fortuna en Indias, dejó, en su testamento otorgado en la Ciudad de los Reyes del Perú el 7 de octubre de 1655, la cantidad de 13.300 pesos para una serie de obras pías en su tierra natal, entre ellas la fundación de un convento de franciscanos descalzos de San Diego en la ermita de San Benito, y si esto no fuera posible, una casa hospital de niños expósitos[25], que es lo que, finalmente, se llevó a cabo en 1666. En Valverde fue deseo de muchas personas devotas fundar un convento franciscano, para lo que, en 1705, obtuvieron la licencia del duque de Medina Sidonia, el consentimiento del cabildo municipal y del ministro general de la orden; sin embargo, no se llevó a efecto[26]. Y en La Palma, el señor de la villa, Pedro de Alcalá, solicitó una fundación franciscana al provincial de la de San Diego, en 1721. Se reitera la petición en 1749 y 1750, pero ciertas dificultades lo impidieron[27].

            Para conocer la evolución demográfica de los diferentes conventos, nos pueden ayudar las siguientes estadísticas:

Población, Convento

(fuente)

1591­ (a)

1648­ (b)

1752 (c)

1768 (c)

17­69 (b)

1787 (c)

1808 (b)

1820 (b)

1834 (b)

Moguer, S. Francisco

30

24

30

25

25

24

34

12

4

Moguer, Santa Clara

55

56

41

28

18

25

 

 

 

Bollullos, Morañina

2

 

50

24

 

17

 

 

 

La Rábida, Sta. María

10

16

18

20

22

 

13

22

5

1

Lepe, N. S. La Bella

8

18

10

14

12

 

9

20

4

1

Escacena, S. Antonio

 

16

14

14

15

 

11

24

5

3

Ayamonte, S. Francisco

24

20

28

20

20

15

30

10

4

Cumbres Mayores, Santa Clara

30

 

31

28

 

25

 

 

 

Huelva, S. Francisco

20

20

27

22

23

 

14

26

8

4

Ayamonte, Sta. Clara

--

30

 

16

 

13

 

 

 

TOTAL

179

200

249

211

135

166

156

44

17

 

Fuentes: (a) Archivo General de Simancas (AGS), Dirección General del Tesoro (DGT). Inventario 24, legº. 1.301, fol. 17 bis con 124 hojas. Provincia de Sevilla, Vecindario antiguo.

(b) ORTEGA, Ángel, Las Casas de Estudio en la Provincia de Andalucía, o.c., págs. 322-333

(c) NÚÑEZ ROLDÁN, Francisco, En los confines del Reino. Huelva y su tierra en el siglo XVIII, Sevilla, Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1987, pág. 445-452. Datos de 1752: AGS, Dirección General de Rentas (DGR), Libros de Respuestas Generales, art. 39. Datos de 1768: Real Academia de la Historia (RAH), Censo de Aranda, mss. 9/6167. Datos de 1787: RAH, Censo de Floridablanca, mss. 9/6245. 

 

            Procede ya que pasemos a hacer una semblanza de lo que fue el convento de San Francisco de Huelva, y de lo que de él pervive.
 

2. EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO DE HUELVA

            El convento de San Francisco de Huelva ha sido estudiado desde el punto de vista artístico por la profesora Rosario Cruz García, en una monografía que mereció el Premio Díaz Hierro de Investigación en 1997[28]. Con riguroso método científico, se ha fundamentado en las noticias ofrecidas por la bibliografía existente y en la consulta directa de los archivos provinciales y locales, especialmente del Archivo Municipal de Huelva,  Fondo Díaz Hierro[29]. Ni que decir tiene que esta ponencia se basa, en gran parte, en dicho trabajo. Vaya por delante nuestro reconocimiento por tan valiosa aportación al estudio del franciscanismo en Andalucía.
 

2.1. Fundación en 1588

            Huelva, villa del Conde de Niebla, contaba en 1588 con una población de 1.110 vecinos, es decir, 4.892 habitantes[30], que, desde el cabezo de San Pedro, había ido bajando hacia las zonas llanas, próximas a las aguas del Odiel por el noroeste y a las marismas del Tinto por el sureste. Tenía dos parroquias: la de San Pedro, edificada por los siglos XIV y XV en la falda del castillo, y la de la Purísima Concepción, erigida en 1515. El mismo año 1515 se fundó el convento de agustinas de Santa María de Gracia, y en 1582 el de frailes mínimos de San Francisco de Paula, intitulado de la Victoria.

            Seis años después, 1588, se funda un tercer convento, el de San Francisco. Un descendiente del capitán Andrés de Vega y Garrocho, Juan Agustín de Mora Negro y Garrocho, relata los orígenes del convento con especial interés, y no sin razón, pues la familia Garrocho poseía el patronazgo de su capilla mayor. El motivo de la fundación estribaba en que «la dilatada Población, que por la vanda del Sur se avía extendido y distaba mucho de las demás Iglesias de la Villa, necessitaba de nuevos Operarios Evangélicos»[31].

            Todo sucedió a raíz de la predicación cuaresmal de 1588. El 30 de octubre del año anterior, Alonso Prieto de Guevara dio cuenta al cabildo secular de lo tratado con el provincial de los franciscanos para el envío de un predicador cuaresmal, acordándose obtener los permisos de la duquesa y del cardenal de Sevilla. El capitán Andrés Garrocho fue el encargado de gestionar personalmente la anuencia de la duquesa de Medinasidonia. El cabildo solicitó seguidamente a los franciscanos que enviaran al P. Meléndez para la cuaresma siguiente[32].

            Que el cabildo debió quedar muy satisfecho por el bien espiritual realizado por el cuaresmero, y que estaba decidido a que la presencia franciscana en Huelva fuera definitiva, lo prueba la donación del sitio para la edificación. En efecto, ya el 17 de marzo de 1588 el cabildo adquirió unas casas en la calle Palos, con vistas a la futura fundación, en la parte nueva de la villa. Al mismo tiempo se había obtenido la preceptiva licencia del arzobispo de Sevilla, el cardenal Rodrigo de Castro, «a pedimiento e instancias de los dos cabildos de la villa»[33]. El 14 de octubre de 1588 se trata en cabildo de la escritura de donación[34], que finalmente fue otorgada el 17 de octubre de 1588 ante el escribano Juan de Segura[35]. En ella se dice que «avemos tratado con el muy reverendo padre frai Francisco de Mezqua, ministro provincial, y con otros padres de la provincia, tuviese por bien de fundar en esta villa un convento de la dicha Horden y para este efecto avemos comprado las casas que eran de César de Millán, de las limosnas que los de este ayuntamiento y vecinos de esta villa an hecho y el Ilustrísimo cardenal arzobispo de Sevilla a dado licencia para la dicha fundación, por tanto nos los susodichos [...] y en nombre de esta dicha villa hacemos gracia y donación [...] para que en ellas se funde y edifique un convento»[36].

            El cabildo ofrece concurrir a las obras de construcción. A cambio, sólo pide que los religiosos asistan a las procesiones generales y prediquen en las fiestas importantes: «el qual fraile, ynstituto y orden nos predique gratis la quaresma, el adviento y en las demás ocaciones o tiempos que parezcan convinientes a las parroquias de esta villa, y para que en las procesiones generales y la del día del Corpus [...] los frailes de la dicha asistan intercedan con sus oraciones con nuestro Señor»[37]. Aceptó la fundación en nombre de la Orden el P. Fr. Juan Romero, que en 1589 aparece como su primer superior[38].

            El convento quedaba situado en el extremo sureste de la villa, delimitado por las calles de Palos al norte, del Agua al este, de las Monjas al oeste, y de la Seña o Aceña al sur. Su solar queda hoy delimitado por las calles Palos y Fernando el Católico al norte, Cardenal Cisneros al este, Arcipreste Manuel González (antes San Francisco) al oeste, y Ayuntamiento y Plaza de la Constitución al sur.
 

2.2. Proceso constructivo

            La construcción del edificio se realizó con aportación de todo el municipio, por medio de un cierto reparto vecinal. En el cabildo de 24 de mayo de 1589 se acordó designar a Francisco Maldonado para que cobrara las mandas hechas a los padres franciscanos[39].

            Para completar la edificación del templo y del sector conventual se acudió a las limosnas, a los donativos en materiales y a la concesión del patronato sobre las capillas. El patronato llevaba consigo la obligación de construir la capilla con su bóveda o cripta, y el derecho de entierro en ella. De este modo, la historia de la construcción inicial del convento viene a identificarse con la historia de los patronatos y de sus capillas.

            Como no podía ser menos, en los altares y en las imágenes y cuadros predominaron las devociones franciscanas: Cristo de la Vera Cruz; Ntra. Sra. de los Ángeles, cuya fiesta (la Porciúncula) se celebra el 2 de agosto; la Inmaculada Concepción portando al Niño Jesús, según la iconografía franciscana; San Francisco, San Buenaventura, San Antonio de Padua, el beato Jácome de la Marca, San Diego de Alcalá, San Pedro de Alcántara, las Once mil vírgenes, etc.

2.2.1. Templo y capillas

            El templo, cuya planta perduró hasta 1964, era muy sencillo, a tenor del espíritu franciscano y en proporción a las limosnas del vecindario. Como otras iglesias de franciscanos (Ayamonte, Moguer) tenía planta de cajón, cubierta con tejado a dos aguas, con una tercera vertiente en la cabecera. En su interior constaba de una sola nave con cabecera o capilla mayor plana, separada por arco toral de medio punto; capillas laterales abiertas a la nave –unas rehundidas en los muros y otras formando espacios autónomos adosados–, y coro, alto y bajo. La nave central y la cabecera se cubrían con armadura de madera, siguiendo la tradición mudéjar. De especial riqueza fue el artesonado del presbiterio. Las capillas laterales, en cambio, lucían bóvedas vaídas, semiesféricas o elípticas. La sacristía estaba inserta en el sector residencial, que se centraba en el claustro. En el hastial de los pies, que acusaba netamente la cubierta a dos aguas, se abría la puerta principal del templo, adintelada, enmarcada por pilastras de orden clásico y rematada en frontón partido, con pináculos bulbosos en los ejes de las pilastras. Un vano daba luz al coro alto. Le precedía un pequeño atrio o compás. En 1878 se medía su superficie en 872 m².[40] 

            Se desconoce la autoría de la edificación, aunque Díaz Hierro la atribuye a Martín Rodríguez de Castro, maestro mayor de obras de la villa, en razón de que supervisaba las obras en 1630[41]. Las obras básicas se extienden de 1588 a 1630, aunque ya en 1623 merecía la alabanza del visitador del arzobispado, Francisco Vallejo Solís: «San Francisco, muy buena iglesia con muchos altares y capillas y todos muy aderesados, buenos ornamentos, 26 religiosos»[42].

            Dentro del templo, lo primero en edificarse fue la capilla mayor, concedida el 16 de abril de 1591 a Miguel Redondo, residente en Perú. Se le otorga «el sitio de la Capilla Mayor para erigirla a sus expensas, quedando él y su esposa doña Francisca de Trujillo como fundadores y copatronos de la misma». La limosna fue de 1.000 ducados[43]. La cripta del presbiterio recibió el nombre de Capilla del Santo Sepulcro. Las obras estaban detenidas en 1597, reanudándose en 1599. La cubrición se hizo por medio de una rica armadura octogonal de madera, sobre pechinas decoradas con lacería y motivos vegetales. Fue obra del maestro carpintero de Almonte, Bernardo Núñez, según consta por escritura de obligación de 7 de julio de 1599. En ella se describía la obra de la siguiente manera:

«Se a de obligar a dar acabada esta obra de la capilla mayor deste conuento de S. Franco  de Huelua, ochauada y su almiçate en medio, quaxado de lazo con su arocabe, abiertos sus florones en las partes que fueren repartidos, y guarnecida toda de xaldetras quadradas de media guarniçión, haziendo las pechinas de lazo de ocho, o diferençiadas de otro lazo, y las afrente y apreste con clauos, y en lo que es la parte del testero del altar mayor por çima del armadura a de boluer con caramanchón de quadrado los rincones, y, por la parte donde a de ser la iglesia, an de boluer las alfardas corriendo la hilera fasta cubrir todo lo grueso del arco toral»[44].

El trabajo fue presupuestado en 165 ducados. Partiendo de los datos documentales, el doctor arquitecto Ángel Luis Candelas ha diseñado una recomposición hipotética de la estructura de la armadura ochavada y de la sobrecubierta o caramanchón que existió sobre ella[45].

            Por incumplimiento del compromiso por parte de la viuda de Miguel Redondo, el derecho de patronato de la capilla mayor pasó al capitán, alférez mayor y vicealmirante Andrés de Vega y Garrocho, el 28 de septiembre de 1604, con la obligación de hacer el retablo del altar mayor y la reja divisoria de la nave, en madera, y aportar 1.000 ducados[46]. La capilla estaba concluida en 1608, e instalado en ella el retablo mayor, dedicado al misterio de la Purificación, concertado en 1606 con el escultor Juan Martínez Montañés y el pintor Francisco Pacheco. Retablo que fue sustituido por otro de Joaquín Cano, de 1781. Los descendientes del fundador destacaron por sus acciones marítimas en la defensa de la costa onubense frente a las incursiones, rapiñas y secuestros por parte de corsarios y berberiscos. En San Francisco colgaban los trofeos de sus victorias[47]. Los Garrocho continuaron favoreciendo a los franciscanos, hasta el punto de considerarse patronos no sólo de su capilla, sino del convento mismo.

            En el lado de la epístola, en el presbiterio bajo, se situaba la capilla de San Diego, bajo el patronato del jurado Cristóbal de Toledo y Bermejo, mercader de paños, y su esposa Isabel Ramírez, que le fue concedido el 15 de julio de 1594[48]. Además del retablo del titular, se encontraba en la capilla el altar del Cristo de la Vera Cruz. Inmediata al arco toral, en el mismo lado de la epístola, estaba la capilla de San Buenaventura, patronato de Francisco de Mesa Correa, mercader, concedido el 19 de julio de 1594. Medía doce pies (3,35 m.), y en ella se abría la puerta de comunicación con el claustro[49]. Seguidamente, la capilla de la Inmaculada, en el cuerpo de la iglesia, que fue otorgada a Alonso Rodríguez el 4 de febrero de 1624[50]. A continuación, la capilla de San Luis, obispo, que era de Lorenzo García Abril y Francisca Díaz, como consta en su testamento de 1 de septiembre de 1618[51]. En el sotocoro debía estar el altar de las Once mil vírgenes, patronato de Inés de Avendaño, según su testamento de 19 de julio de 1634.

            Las capillas del lado del evangelio eran, en primer lugar, la de San Antonio el grande, situada en el presbiterio bajo, siendo su primer patrono Luis Dantés. La capilla se construía en 1602: se cubría con bóveda vaída de yeso y el altar se decoraba con azulejos, sirviendo de modelo para otras[52]. Ya en la nave, contigua al altar mayor, estaba la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, edificada en 1605 por el maestro Alonso Díaz. Era patronato del capitán Gonzalo Vallejo, que pasó en 1638 a Esteban Jaimes y a su esposa Ana López. La capilla tenía retablo dorado, con sus imágenes, y rejas de hierro[53]. Una losa, que se encuentra en los jardines del Santuario de la Cinta de Huelva, señalaba el acceso a la bóveda de enterramiento. A continuación estaba la capilla de San Antonio el chico, propia de la cofradía de San Antonio, ya desde 1607. Le seguía el altar de Ánimas. Y ya a los pies, la capilla de San Telmo, que, hasta 1653, era altar del beato Jácome de la Marca[54]. La capilla sobresalía notablemente del buque del templo; la planta medía siete varas de ancho por diez de largo (5,83 x 8,33 m), y contaba con el espacio celebrativo, abovedado, y con la cripta en el subsuelo. Tenía sacristía propia, con su entresuelo o doblado, de cuatro varas de ancho por diez de largo (3,33 x 8,33 m) y patio. Fue construida sobre unos solares de la calle Palos por iniciativa de Diego Rodríguez Sutil, quien la donó en 1661 a la cofradía de San Telmo, propia de los patrones de barco[55]. En ella se ubicó la capilla sacramental, que habría de servir a partir de 1850 para que los presos siguieran la misa a través de una ventana [56]. En lugar no determinado estaban los altares de San José y de la Virgen de los Dolores.

            La sacristía se hallaba en el lado de la epístola, fuera de los muros del templo, en el espacio conventual, y se comunicaba con el presbiterio, con un patio llamado de los jazmines y con el claustro. Era de planta rectangular y tenía cubierta abovedada. Fue considerada también como espacio funerario, concediéndose en patronato a Francisco González de Paula, quien, a su vez, lo donó al convento en 1675[57]. En el centro se hallaba una gran mesa de mármol rojo jaspeado, del siglo XVII, que aún se conserva.

2.2.2. Sector residencial

            Al mismo tiempo que la iglesia, se edificaba el sector conventual, teniendo el claustro como núcleo. En 1604 se edificaban los dormitorios en la planta alta[58]. En la parte baja, que comunicaba con la iglesia a través de la capilla de San Buenaventura, se ubicaban la sacristía, el refectorio, cocina y despensa, la biblioteca, y otras dependencias auxiliares. Al sur, se hallaba la huerta, con su noria.

            El claustro estaba formado por siete arcos de medio punto por cada lado, que descansaban sobre pilares cruciformes en ambas plantas. En las crujías superiores, una serie de columnas de orden toscano, algunas de las cuales se conservan hoy en los jardines del Santuario de la Cinta[59], se adosaban a los pilares y sostenían el entablamento y las cornisas. El lado contiguo a la iglesia apoyaba en el muro del lado de la epístola, y carecía de habitaciones. En el ángulo sureste del claustro, sobre el referido muro, se asentaba la espadaña.

            El terremoto de Lisboa de 1755 afectó a todo el edificio. Pero, sobre todo, fue el seísmo del 12 de abril de 1773 el que más daño produjo al sector conventual. Según el manuscrito titulado Centuria Bética, posiblemente redactado por el P. Valderrama a comienzos del XIX, «quedó tan lastimado el convento que vino a tierra todo el dormitorio que cae a la huerta, aunque sin haber lastimado a persona alguna. Ya está mejorado y renovado a costa de la Provincia»[60]. Y un incendio acaecido el 6 de septiembre de 1870 hundió la cubierta de colgadizo de la crujía alta, contigua al templo. Gracias al proyecto de reparación, se nos ha conservado un diseño parcial de su planta y alzado. El referido manuscrito Centuria Bética elogia su aspecto final: «El Claustro donde está toda la vivienda es de los más agraciados que hay entre los conventos de Andalucía»[61].

2.2.3. Bienes muebles

            Nos han llegado testimonios documentales de las numerosas obras de arte que fueron realizadas para el culto, inmersas en la espiritualidad franciscana y, por tanto, en su hagiografía e iconografía propia. Enumeraremos sucintamente las piezas documentadas, y nos detendremos más en las obras que han llegado hasta nosotros.

2.2.3.1. Bienes muebles documentados

            Consta documentalmente cómo fueron enriqueciéndose artística y significativamente las distintas capillas, comenzando por la capilla mayor. Tras hacerse cargo de ésta el capitán Andrés Garrocho, encargó en 7 de junio de 1606 un retablo dedicado al misterio de la Purificación, que estaría realizado por Juan Martínez Montañés como escultor y autor de las trazas, Pablo de Castillejo como ensamblador y Francisco Pacheco como pintor. Debería medir 30 pies de alto por 21 de ancho (8,35 x 5,85 m.). Estaba estructurado en dos cuerpos, jónico y corintio, sobre banco, y en tres calles[62]: la central, ocupada por el relieve de la Purificación, a cargo de Martínez Montañés; y las laterales, decoradas por cuatro lienzos de Francisco Pacheco, que representaría, en el lado del evangelio, el Martirio de San Andrés (en honor al mecenas), y la Visitación; en el lado de la epístola, el Taller de Nazaret y el Nacimiento de Cristo. En el banco, flanqueando el sagrario, cuatro retratos, del capitán Garrocho, de su mujer y de sus hijos[63].

            Con el paso del tiempo, este retablo sufrió los efectos de la carcoma, y, por qué no, de las modas, y fue sustituido por otro de mayor tamaño, encargado a Juan Cano, arquitecto de retablos, pero que, por su fallecimiento, acabó siendo realizado por su hermano Joaquín Cano, en 1781, ajustándose en la cantidad de 1.500 reales. El patrono era José de Mora Negro y Garrocho, hermano del autor del libro Huelva Ilustrada. La nueva configuración incluía un manifestador eucarístico, hornacinas y acceso posterior para sus respectivos usos[64]. El relieve de la Purificación fue trasladado al lado de la epístola de la capilla mayor, enmarcado en un tabernáculo, posiblemente de la misma autoría que el nuevo retablo. Estaba compuesto por dos pares de columnas entorchadas, con capitel corintio (tal vez aprovechadas del retablo anterior), entablamento recto y cornisa mixtilínea. Todo ello se basaba en banco con sagrario central, flanqueado por dos pinturas y las ménsulas de las columnas, y quedaba rematado por un sol radiante con el trigrama de Jesús (IHS). Elementos decorativos de rocallas cubrían los fondos[65].

            La capilla de San Buenaventura estaba presidida por un retablo, obra del ensamblador Antonio Sánchez, vecino de Moguer, según trazas del pintor y dorador Sebastián Quintero, contratado por el patrono, Francisco de Mesa Correa, el 12 de agosto de 1595[66].

            El mismo Antonio Sánchez se obligaba el 18 de julio de 1607 con Juan de Torres, mayordomo de la cofradía de San Antonio de Padua, para la ejecución de un retablo, que sería dorado por el portugués Antonio Noguera en 1612. Debía estar presidido por una tabla pictórica que representaba al santo lisboeta[67]. Ampliada la capilla en 1728, se hizo un nuevo retablo[68].

            La capilla era patronato del capitán Gonzalo Vallejo, tenía un retablo que había sido contratado antes de 1608 con el carpintero Pedro Francisco. Al pintor sevillano Miguel Güelles le había encargado diez cuadros, a razón de 16 reales cada uno, de los que, en tal fecha, había recibido diez ducados[69]. En el inventario de cuadros de la iglesia de San Francisco, de 1823, se conservaba un cuadro «de los Ángeles», que podría corresponder al cuadro central[70].

            La capilla de San Telmo, que servía de Sagrario, tenía retablo de yeso, con la imagen del titular. En ella se encontraba un cuadro de San Juan de Capistrano[71].

            La capilla de San Diego de Alcalá, fundada el 15 de julio de 1594, tenía un altar dedicado a su titular, y otro con un Cristo Crucificado, llamado de Vera Cruz, que fue encargado por Juan Bautista Bermejo, según consta en su testamento otorgado en 1651[72]. Esta imagen fue adoptada como titular por la Hermandad del Stmo. Cristo de la Expiración al fundarse en 1894. Era «una escultura del Señor, que es muy antigua y de bastante mérito»[73]. Por fotografías[74], sabemos que era un Cristo muerto, clavado a una cruz cilíndrica por tres clavos; llevaba aditamentos de peluca, corona de espinas y lienzo lumbar sobrepuestos[75]. En la misma capilla se hallaban las imágenes de San Bernardino de Siena, Santa Clara y Santa Isabel de Portugal.

            La Inmaculada era venerada, en su altar de yeso, como imagen de vestir, concedida por el convento a Alonso Rodríguez y su mujer el 4 de febrero de 1624[76]. El Niño Jesús fue donado por Teresa González en 1621. Se incorporó al altar una imagen de San Miguel, de talla en madera, por manda testamentaria de Baltasar de los Reyes, de 27 de enero de 1781[77].

            En el claustro había un altar dedicado a Ntra. Sra. del Pópulo, un lienzo de San Diego de Alcalá, un altar de San Pedro de Alcántara, dorado y estofado por el maestro pintor onubense Francisco de Paula en 1691[78].

            Por orden del gobierno constitucional de 23 de abril de 1823, al suprimirse el convento, Francisco Coto, síndico procurador del Ayuntamiento, en presencia del padre guardián, fray Matías González, hizo inventario de los cuadros:

«Primeramente en la Selda de Depósito un cuadro con bastidor de madera viejo y la pintura en iguales términos de Sn Juan Capistrano.

            Yt. otro sin marco de N. P. Sto Domingo.

            Yt. otro de Nro P. S. Franco sin marco.

            Yt. otro más pequeño del Beato Martín de la Guarda, viejo.

            Yt. un cuadro grande viejo de Sn Anto con el marco dorado de Pintura vieja.

Yt. dos cuadros grandes de la Concepción y otro de los Ángeles en lienzo en dos altares de la Iglesia.

            [tachado: Yt. un lienzo pequeño de la Virgen de Belén en la baranda del coro]

[tachado: Yt. a la buelta de dicha baranda un marco de igual tamaño que el anterior con la pintura de un Ecce Homo].

[tachado: Yt. dos cuadros grandes y viejos el uno de la Concepción y el otro del Salvador con marcos viejos de madera]

            [tachado: Yt. un lienzo viejo de Nuestro P. San Francisco]

            Yt. otra [sic] de la Virgen de Belén con marco de madera.

            Yt. otro grande viejo del Jubileo con marco dorado viejo.

Y hallándose más con respecto a pinturas en lienzo se prosedió a formar el inventario de los libros que existen en el convento y son los siguientes:»[79].

            En efecto, el mismo inventario recogía el patrimonio bibliográfico, compuesto por 121 ejemplares:

«Primeramente cincuenta y siete libros en cuarto con pergamino que tratan de obras predicables y demás, signados con la letra B en el pergamino

Yt. diez y ocho del folio en pliego que comprenden algunas obras incompletas [tachado: Todos viejos].

Yt. seis libros en octabo con el signo en el pergamino de la letra D. y tres del folio en 4º con el mismo signo.

Yt. veinte y cinco en 4º con pergamino que componen obras incompletas.

Yt. diez sin pergamino de la misma clase.

Yt. tres en pasta en latín de filosofía [tachado: y dos pergaminos de lo mismo en octavo]»[80].

            Un nuevo inventario de la biblioteca, realizado en 1835 por los agentes de la incautación, afirma que fueron recogidos «186 libros viejos que tratan de materias de teologías, Cuaresmales y moral, todas incompletas»[81].

2.2.3.2. Bienes muebles conservados

            A pesar de las múltiples contrariedades, y gracias a los buenos oficios de personas celosas del patrimonio cultural, han llegado hasta nosotros algunas piezas. El pintor José María Franco me refirió cómo descubrió los restos del relieve de Montañés y advirtió a los PP. Jesuitas de su valor. Desde el Museo Diocesano pudimos gestionar la restauración de sus fragmentos. Por otra parte, el farmacéutico y Hermano Mayor de la Hermandad de Ntra. Sra. de la Cinta, Francisco Vázquez Carrasco, reunió las lápidas sepulcrales,  restos de columnas y una campana, situándolas en el pórtico y en los jardines del Santuario de la Cinta, entre 1975 y 1986[82]. La imagen de la Concepción pasó a la parroquial de San Pedro de Huelva.

 Relieve de la Purificación. 1606

            El escultor alcalaíno, el dios de la madera, como se le llegó a llamar, había hecho para el convento franciscano de Ayamonte un San Diego de Alcalá, en 1590[83], conservado hoy en la parroquia de las Angustias. Para el nuevo convento mercedario de Huelva, fundado en 1605, debió labrar la imagen de Ntra. Sra. de la Cinta, que hoy preside el templo catedralicio[84]. Posiblemente, estos antecedentes pudieron influir en la elección de maestro por parte de Andrés Garrocho, el 7 de junio de 1606[85] . El relieve de la Purificación del convento de San Francisco (1,75 x 1,55 m.) puede considerarse como el prólogo de la obra de plenitud de Montañés, el retablo de San Isidoro del Campo, realizado por encargo de los marqueses de Ayamonte.

            De la especial devoción de Andrés Garrocho por el misterio de la Purificación de Nuestra Señora es prueba la dotación de su fiesta litúrgica en dicho convento, que había de celebrarse el 2 de febrero con toda solemnidad, sermón incluido[86].

            El vicealmirante Garrocho encargó la talla a Juan Martínez Montañés, en 220 ducados, y la policromía a Francisco Pacheco, en 500 ducados, incluyéndose el dorado y estofado tanto de las partes arquitectónicas como de la escultura[87]. Resulta de sumo interés el aprecio que se muestra por la policromía, según las nuevas técnicas que propugna Francisco Pacheco:

«Es condición que la historia de la purificación de escultura y toda la demás escultura de dicho retablo a de ser estofado sobre el oro de varias y finas colores y los ropajes con variedad a punta de pinzel y grauados de diferentes follajes y crutesas y lavores conforme conviniere a cada figura [...] Y es condición que todas las encarnaciones de la escultura de la istoria de la purificación y toda la demás del retablo, que se entiende rostro, manos y pies y carnes de todas las figuras se an de encarnar de encarnación mate al olio, realçando los cabellos y baruas de las figuras, acomodando a cada figura el color que conviene para que tenga más propiedad y abriéndoles los ojos con mucho arte»[88].

            La escena de la Presentación de Jesús y Purificación de María se distribuye en cerrado círculo, en torno al Niño Jesús, sostenido por el anciano Simeón sobre la mesa ritual. Figura infantil de olímpica serenidad y majestad divina, muestra su bellísimo desnudo en genial y equilibrado escorzo, que se convertirá en prototipo de las obras montañesinas. El sacerdote, cuyas luengas barbas, talladas con precisión realista y sentido decorativo, significan su ancianidad, aparece ataviado con los ornamentos mosaicos. Seis personajes más rodean al Niño, en suelta y compensada distribución de volúmenes, en actitudes reposadas y serenas, llenas de natural elegancia.

            A la izquierda se sitúa la Virgen Madre, con expresión admirativa y gozosa, luciendo amplia túnica color jacinto, manto azul con vueltas alistadas, y velo que, parcialmente caído, deja ver el cabello castaño tallado en ondas. Junto a ella, ocupa su lugar San José, con ropa de caminante. El perfil clásico de su rostro, apuesto y juvenil, revela la grandeza de alma de quien ha aceptado una misión divina de custodio y protector del Verbo encarnado y de su Madre. Tras él, un joven porta el cirio que hace referencia a las palabras de Simeón: «luz para alumbrar a las naciones». En el lado opuesto, una doncella con túnica de abigarrados pliegues es la portadora de la ofrenda de las palomas. De pie, con empaque de matrona, la profetisa Ana, acompañada de otra figura femenina, presencia el cumplimiento de las promesas mesiánica. Directamente heredero de la tradición manierista, la circular composición cristocéntrica resulta a su vez antecedente inmediato del retablo principal de San Isidoro del Campo.

            Montañés da una lección de ponderado realismo en la observación y descripción del natural, tanto en la calidad y táctil materialidad de tejidos, como en la tersura de la piel tostada, en los suaves relieves de músculos, de venas y tendones de palpitante vitalidad. Pero al mismo tiempo se eleva a la belleza ideal en las facciones de los rostros y en la singular armonía de las ondas de cabello y barbas. Y, por encima de todo, resplandece la sobria expresión de lo sagrado, a la que sirve de vehículo la escultura, y que convierte a Montañés en el mejor exponente de la renovación artística promovida por Trento[89].

            Figuró en la Exposición Iberoamericana de 1927, en Sevilla. Destrozado en 1936, sus restos fueron depositados por los PP. Jesuitas en el Museo Diocesano de Huelva, con sede en el Monasterio de Santa Clara de Moguer. Fue restaurado en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, bajo la dirección del Dr. Francisco Arquillo, y desde 1990 se expone en el antecoro de dicho monasterio[90].

Lápida sepulcral de Andrés Vega y Garrocho. 1608

            Rescatada del derribo por el abogado Antonio Peña Suárez, y restaurada por el marmolista Francisco Fuerte Pérez, se conserva desde 1975 en el pórtico del Santuario de Ntra. Sra. de la Cinta, de Huelva[91] (mide 1,67 x 0,83 m). El famoso capitán onubense, alférez mayor, almirante por Su Majestad y vice-general de sus armadas, don Andrés de Vega Garrocho, que había recibido del Marqués de Santa Cruz el cargo de la flota en la conquista de Larache, colocó en el suelo del presbiterio de San Francisco una lauda sepulcral, con su escudo de armas en relieve y una inscripción que dice: «ESTE ENTIERRO I / CAPILLA MAIOR ES DEL SEÑOR CAPITAN ANDRES / GARROCHO, ALMIRANTE / POR SV MA[GESTAD I VICE]GENERAL [DE SUS ARMADAS I] DE SVS EREDEROS./ AÑO 1604». Antonio Jacobo del Barco, vicario de la villa, describía la lápida en 1776:

«En su sentro un escudo de armas que coxe toda la lápida, cuias empresas es un morrión con plumage que corona el escudo, y el quadro de este es en dos mitades, en la derecha un castillo por cuias armenas salen dos manos, una con un alfanje desnudo y la otra tiene pendiente una cabeza degollada, y al pie de dicho castillo está una cruz al parecer de ávito militar, assimilado al de Calatraba; y en la siniestra otro castillo maior por cuia superficie y lados salen distintas llamas, y devajo del todo dicho escudo están tres cabezas sobrezaliendo las referidas empresas»[92].

Lápida sepulcral del capitán Gonzalo Vallejo. 1608

            La losa que debía cubrir el acceso a la cripta de la capilla de Ntra. Sra. de los Ángeles fue encargada por Diego López Jaimes y su mujer, sucesores en el patronato de Gonzalo de Vallejo. Se conserva en los jardines del Santuario de la Cinta (mide 0,96 x 0,96 m), y su epitafio reza así: «ESTE ENTIERRO Y CAPILLA ES DE D / LOPES JAIMES Y DE ANA LOPES / HIDALGO SV MVGER Y / DE SVS HEREDEROS Y DEL CAPITAN / GONZALO DE BALLEJO / [escudo de armas] / 1608 Aº». El blasón, timbrado de yelmo con cimera y lambrequines, es terciado en barra por ondas, ostentando tres estrellas de ocho puntas en el campo superior y un león rampante en el inferior, todo ello orlado por una bordura tachonada por ocho flores de lis.

Inmaculada, hoy Virgen de Belén (h. 1624)

            En la parroquia mayor de San Pedro de Huelva se conserva la antigua imagen de la Inmaculada de la iglesia de San Francisco, ahora bajo la advocación de Santa María, Madre de Dios, o Virgen de Belén. Se trata de una imagen de vestir, de tamaño natural. Conserva el rostro y manos en su forma original, salvo la encarnación, la talla de la cabellera y el candelero, en posición arrodillada, que fueron realizadas por Antonio León Ortega en 1967. Actualmente se utiliza en el Belén, que se instala con motivo de los cultos de la Navidad. Es de escuela sevillana de principios del s. XVII[93]. Como anteriormente se dijo, la capilla o altar de la Inmaculada, de la iglesia de San Francisco, era de yeso, se encontraba en el lado de la epístola, y le fue otorgada a Alonso Rodríguez y a su mujer el 4 de febrero de 1624[94]. La Inmaculada era venerada como imagen de vestir, según la iconografía franciscana, es decir, con el Niño Jesús en sus brazos, Niño que le fue donado por Teresa González en 1621[95].

Elementos del retablo mayor de Joaquín Cano. 1781

            Del retablo mayor construido por Joaquín Cano en 1781, perviven determinados fragmentos en la capilla privada de la comunidad de PP. Jesuitas. De entre ellos destacaremos las dos puertas de medio punto, el manifestador y su basamento. Sin perder la apoyatura geométrica, predomina el efecto visual de los juguetes, los espejuelos sobre el dorado, o las molduras de rocallas doradas sobre fondo verde azulado.

Lápida sepulcral de Juan Bautista de Mora. 1747

            Puede verse en los jardines «Monseñor García Lahiguera», del Santuario de la Cinta (mide 1,63 x 0,81 m). La lápida de Andrés Garrocho estorbaba en los oficios litúrgicos, debido a sus formas relivarias, por lo que fue trasladada a la pared del lado del evangelio en 1747, colocándose en su lugar otra plana, con la inscripción de sus legítimos herederos, no sin protestas de otros herederos[96] Esta última decía y dice: «D.O.M / AQVI YACE EL SEÑOR DON / JVAN BAPTISTA DE MORA SAR/GENTO MAYOR DE ESTA VILLA DE / HUELVA NATVRAL DE LA DE VEAS / MARIDO QVE FVE DE DA ANA MA/RIA DE NEGRO Y GAROCHO PATRO/NA DE LA CAP[ILLA] MAYOR DE ESTE / COMVENTO [DE N. S. P. S. FRANCISCO] / MVRIO EL D[IA 8 DE MAIO DE 1747] / R. I. P. / [escudo de armas[97]. El escudo de armas fue también descrito por Antonio Jacobo del Barco en la referida fecha:

«Un escudo de armas al qual rodea una orla de estrellas y el sentro se compone de tres cuadros, en el uno está (al parecer) un león, en otro cinco faxas y en el otro un castillo con tres armenas arriba y tres abajo»[98].

Lápida sepulcral de Juan Enríquez y Francisca Prieto de Tovar

            En los mismos jardines del santuario onubense se halla otra lápida (mide 0,92 x 0,85 m), que ostenta en su centro una calavera, y, en una banda perimetral, un epitafio que dice así: «ESTA SEPOLTVRA ES DE LOS / SES IVAN ENRIQVIZ I FRANCA PRIETO / DE TOVAR SV MVGER Y DE / SVS HEREOS Y SVBCESORES». Carece de fecha. Desconocemos su primitiva ubicación.

Mesa de la sacristía

            En la residencia de los jesuitas se halla desmontada la antigua mesa de la sacristía. Está compuesta por tres piezas de mármol rojo jaspeado, a saber, los dos pilares y la tapa horizontal. Los pilares ochavados y abalaustrados miden 1,15 m.; y la pieza horizontal, labrada con molduras por su parte inferior, debía medir 2,46 de largo por 1,30 de ancho, pero ha perdido un trazo en un extremo, midiendo actualmente 2,16 x 1,30 m. Parece obra del siglo XVII.

Columnas y capiteles

            Procedentes, probablemente, del claustro alto, se conservan algunas columnas de mármol blanco, con sus capiteles toscanos, en los jardines del Santuario de la Cinta. Un capitel se halla en la sede de la Hermandad de la Esperanza o de San Francisco.

 

2.3. Vida religiosa y labor pastoral de los franciscanos

            Pero vayamos a lo más importante: cómo cumplieron los religiosos franciscanos el fin para el que fue erigido el convento en Huelva.

            En primer lugar, advertiremos que la cifra de religiosos que habitaban el convento no bajó de la veintena, desde su fundación hasta el siglo XIX. El primer dato estadístico, de 1591, ya cifraba en 20 el número de religiosos[99]. En la visita pastoral de 1623 se contaban 26 religiosos[100]. En 1648, había en el convento 20 religiosos; 14 eran sacerdotes: 9 predicadores y 5 confesores; de los otros seis, 3 eran clérigos menores y 3 legos[101]. Un informe de 1685 computaba el número de religiosos entre 20 y 24: sacerdotes entre 14 y 16, y legos entre 6 y 8[102]. En 1769 eran 23 religiosos: 16 sacerdotes, 1 lego y 5 donados[103]. En 1808 eran 26; en 1820, 8 y en 1834, 4.

 

año

total

sacerdotes

predicadores

confesores

clérigos

legos

donados

1591

20

 

 

 

 

 

 

1623

26

 

 

 

 

 

 

1648

20

14

9

5

3

3

 

1685

20/24

14/16

 

 

 

6/8

 

1757

27

 

 

 

 

 

 

1768

22

17

 

 

 

1

4

1769

23

16

 

 

 

1

5

1787

14

9

 

 

 

3

2

1808

26

 

 

 

 

 

 

1820

8

 

 

 

 

 

 

1834

4

 

 

 

 

 

 

 

            Juan Agustín de Mora testimoniaba así el aprecio de los onubenses por los franciscanos:

«Como la Religiosidad, Humildad y Pobreza de estos Observantísimos Padres se concilia tanta veneración y atrahe a sí el afecto de los Pueblos, es mucho el concurso de Gentes de todos estados que frequentan este Convento y grande el fruto que allí se saca de la frequencia de Confessiones y Comuniones y de los Exercicios devotos de la Orden Tercera, en la que se alistan muchas Personas de ambos sexos. Siempre ha florecido aquella Comunidad con Sujetos de especial virtud y distinguido carácter»[104].

            Por esta razón, las fundaciones pías y memorias de misas fundadas en San Francisco fueron más numerosas que en los restantes conventos de la villa. Según Lara Ródenas, en la segunda mitad del siglo XVII, 40 de las 89 fundaciones de misas (un 45 %) fueron para este convento. Y en el mismo periodo de tiempo, de las 60.533 misas encargadas por testadores en los conventos onubenses, el 36,7 % de ellas se aplicarán en San Francisco[105]. En el extracto del Protocolo de memorias de misas y legados del convento, realizado en 1696 por fray Cristóbal de la Banda, figuran 106 memorias y legados[106]. No obstante, esto no evitaba que vivieran momentos de penuria económica. Un informe de Juan Negro sobre su vicaría, fechado en 1685, afirmaba que «es convento pobre y lo pasan con estrechez por la poca limosna que ofreçe la calamidad de los tiempos»[107].

            Del referido extracto del protocolo, conservado en el Archivo de la Provincia Bética, en un cuadernillo de 20 folios[108], se puede deducir la intensa actividad celebrativa de los padres del convento. Los datos son tan heterogéneos que, en una primera aproximación, nos impiden una síntesis completa. En cuanto al capital, a veces se especifican los ducados de principal, otras veces son bienes inmuebles a renta, otras veces aparece sólo la renta. Y en lo referente a las memorias de misas, aparecen dos cantidades no siempre idénticas: la que consta en la fundación y la que de hecho se celebraba. De las cifras anotadas por el P. Ortega resulta que las memorias sumaban 6.936 ducados en forma de capital o de principal, 3.126 reales en forma de rentas, y lo que produjeran las rentas de determinadas casas, huertas y trigo.

            Las reglas franciscanas prohibían la posesión de bienes, por lo que se servía de la cofradía de San Antonio para la administración de las memorias. Muchas de las donaciones dejaban expresamente el capital a la cofradía, con la obligación de que ésta hiciera celebrar determinadas misas, en forma de limosnas o estipendios, quedando el superávit para la corporación. En la memoria de Juan García Bravo, con el número 47, se anota con agudeza:

«Y su fundasión está muy conforme a nuestra regla porque la dexa a cargo de la Cofradía del S. Sn. Antonio, y le ordena que pague las dichas missas al convento y a su síndico»[109].

            En cuanto a las celebraciones litúrgicas dotadas, destacamos las de la Virgen: los nueve oficios de la Virgen (Antonio González, Ana Medrano); Purificación (Andrés Garrocho); Purificación, Asunción, Natividad, Concepción y Presentación (Catalina de Tovar); la Asunción, Encarnación, Natividad y Concepción (Juana Márquez); la Concepción y su octava, y la Natividad (María Rodríguez); la Concepción o Encarnación (Leonor González); de la Concepción (Juan Bermejo); la octava de la Concepción (Antón Peña); la Asunción (Teresa González); de Ntra. Sra. de los Ángeles (Roque de la Osa Valera); los sábados del año (Leonor Quintero).

            También las fiestas de la Stma. Trinidad (María Ximénez, Inés Martín); del Espíritu Santo (María de Aragón); o del Señor, en la pascua de Navidad y de Resurrección (Catalina Gómez); del Santísimo Sacramento (Juan Bermejo) y de Epifanía, salves de cuaresma y misas de pasión, del domingo de Ramos al miércoles santo (Catalina Rodríguez, Teresa González); de la Santa Cruz (Andrea Dantes, Andrés Garrocho).

            Y, finalmente, las fiestas de los santos: de Todos los Santos y de los Difuntos (María Rodríguez, Hernando de Esteban Ponce, Teresa González); de San José (Teresa González); de San Juan Bautista (Andrea Dantes); de San Esteban (Hernando de Esteban Ponce); de San Sebastián (Catalina Rodríguez); de Santa Catalina (Esteban Carretero, Hernando de Esteban Ponce); de San Buenaventura (María Muñoz de Tovar); de San Antonio (Cristóbal Martín, Isabel Rodríguez, Bartolomé Rodríguez).

            Con razón ha podido afirmar González Cruz que en la primera mitad del siglo XVIII, el convento de San Francisco ocupaba «el primer lugar de las comunidades religiosas masculinas que gozaban del favor de los onubenses»[110].

            Los franciscanos participaban, además, en las procesiones solemnes, en acompañamientos funerarios y demás actos religiosos públicos, en los que no era fácil establecer la precedencia con los mínimos del monasterio de la Victoria y con los mercedarios[111].

            Conforme a la vocación apostólica de los franciscanos por evangelizar a los infieles, presente en la orden desde sus inicios, también Huelva aportó misioneros franciscanos a las tierras americanas. Del convento onubense procedían Bartolomé de los Ríos, predicador, que marchó en 1689 a la Florida[112]; Francisco Ibáñez y Andrés López, que partieron en 1712 para Cunamá[113]; y Jerónimo Fernández, José González[114], y Antonio López[115], que fueron destinados en 1769 a Querétaro. También marcharon a la evangelización americana franciscanos naturales de Huelva, vinculados tal vez al convento onubense en el origen de su inclinación a la vida religiosa: Juan Barreda, que salió en 1687 del convento de Osuna para Tampico, Nuevo Méjico[116]; Francisco García, en 1715, de Sevilla a Cunamá; Martín de la Concepción, en 1717, de Cádiz a Méjico; Bernabé Vargas, en 1739, de Ayamonte a la Florida; José Romero Bernal, en 1755, de Ayamonte a Michoacán; en 1757, Nicolás de la Cruz, de Granada a Mojos (Perú)[117].

            La orden tercera franciscana de seglares tenía singular pujanza en Huelva, por . Ejercía un fuerte atractivo los muchos beneficios espirituales e indulgencias que recibían los afiliados. Era costumbre que se solicitara ser amortajado con el hábito franciscano, pues, según el Sumario de indulgencias, gracias y remisiones de pecados, publicado en 1785, «los que se mandan enterrar con el Ábito de nuestro Padre San Francisco ganan Indulgencia Plenaria, concedida por León X, y basta para ganarla sólo pedirle, aunque no se le vistan hasta después de su muerte»[118]. En el conjunto de asociaciones de fieles de Huelva, la hermandad tercera de San Francisco ocupaba un lugar de absoluta superioridad, como lo demuestra el que de los testadores que afirman pertenecer a una cofradía, más de la mitad son de la orden tercera franciscana, siguiéndole en número la de San Antonio[119].

            La cofradía de San Antonio de Padua, que tenía reglas aprobadas en 1592[120], contribuyó notablemente a la buena gestión económica de los franciscanos, al encomendársele la administración de los capitales fundacionales de las memorias de misas, y encargarse de hacer cumplir las mandas piadosas, con las rentas. Por esta razón no es de extrañar que fuera la cofradía onubense que más rentas generaba anualmente[121].

            La cofradía de San Telmo, propia del gremio de los mareantes, consta en la iglesia de San Francisco desde 1660. En 1653 se concedía el altar de San Jácome de la Marca al armador de jábega Diego Rodríguez Sutil, y siete años más tarde ya figura en la capilla la imagen del santo. Al año siguiente, 1661, Diego Rodríguez Sutil cedía totalmente los derechos a la Hermandad para que ésta se hiciera cargo de la obra de ampliación de la capilla hasta su terminación. Por causas no conocidas, la hermandad sufrió una rápida decadencia económica, y mantenía inacabadas las obras. Situación que obligó a la comunidad, en 1669, a requerir a los patrones de barco y demás cofrades su terminación. A pesar de los requerimientos, los patrones no se hicieron cargo de la obra, por lo que el Provisor del Arzobispado, con fecha 4 de mayo de 1669, autorizó a los religiosos de San Francisco para que dispusieran de la capilla[122]. Seguidamente quedó adjudicada a un hijo de Rodríguez Sutil, sin que se volviera a saber más de tal cofradía. Díaz Hierro piensa que la imagen de San Telmo debió trasladarse al Santuario de la Cinta, en cuyo retablo se hallaba –ésta u otra nueva– en 1936. La piedad de los armadores vendría a engrosar la ya antigua devoción marinera por la Virgen de la Cinta, atestiguada en el Diario de a bordo de Cristóbal Colón.[123].

            Pero, por encima de los aspectos institucionales y organizativos, hemos de valorar la siembra del espíritu evangélico de San Francisco. Nos ofrece un testimonio conmovedor el testamento de Juan López Toñanejos, otorgado en Huelva el 14 de octubre de 1666 ante Antonio Hernández Almonte, quien pedía enterrarse en una sepultura de la iglesia de San Francisco, y suplicaba

«al padre guardián del dicho convento la elixa en la parte más umilde y a la entrada de la puerta del dicho convento, sin solisitar sea de bóbeda ni cubierta ni otras ostentasiones, porque sólo reconosciendo, como reconosco, lo nada que soy y la umildad con que debo portarme, quiero a su imitasión se escuse lo que se encaminare a ostentasiones»[124].


2.4. Desamortización, transformaciones del edificio y su desaparición

            Una Real Orden de 24 de enero de 1823, de arreglo de conventos de la provincia de Huelva, imponía la supresión del convento de Huelva y el traslado de los religiosos al del Moguer[125]. No obstante, quedaban 4 religiosos en el convento de Huelva en 1834. Por Real Orden del Ministerio de Gracia y Justicia de 25 de julio de 1835, se suprimían los monasterios y conventos con menos de 12 profesos. Una lista del Pro-Ministro General de la Orden al Provincial de Andalucía, de 7 de agosto del mismo año, enumeraba los conventos onubenses suprimidos, a saber: Escacena, Moguer, La Rábida, Huelva, Ntra. Sra. de la Bella y Ayamonte[126].

            El día 28 de agosto de 1835, el convento de San Francisco de Huelva pasó a disposición de la Junta de Enajenación de Edificios y Conventos Suprimidos. Los agentes de la incautación recogieron en él 186 libros viejos, de teología, de homiliética y de moral. «La iglesia de este Convento con todos sus Altares, Imágenes, pinturas y demás subsiste como ayuda de Parroquia en el ser y estado que tenía en tiempo de los Frailes»[127]. A los altares franciscanos se les añadieron, por poco tiempo, las efigies de la cofradía del Nazareno, llamada de los Trianes, que estaban en el desamortizado Convento de la Victoria, de los frailes mínimos[128], demolido en 1837-38.

            Exceptuado de la desamortización[129], el templo permaneció abierto al culto, para atender a la población de la barriada. Ante los preparativos para convertir el convento en cuartel y cárcel, los vecinos solicitaron del alcalde que «la Yglesia del Convento de San Francisco quede en el estado en que se encuentra, haciéndose el derribo en lo demás del convento»[130]. Por orden de 12 de julio de 1842, el Ayuntamiento se hace cargo del sector conventual para instalar en él las tropas de infantería, en el piso alto, y para cárcel provincial en el bajo[131]. Según el Diccionario de Madoz, en 1847 servía también para casas de niñas expósitas[132]. Y en 1882, Braulio Santamaría testificaba que, además de cárcel de partido y cuartel de infantería, se hallaba en él el Juzgado de primera instancia[133]. La ubicación del centro penitenciario (de hombres y de mujeres) y su necesaria atención religiosa contribuyó al mantenimiento de la iglesia.

            En 1894 se fundaba en la antigua iglesia franciscana la cofradía del Cristo de la Expiración, de la que nos ocuparemos más adelante.

            En 1908, por iniciativa del arcipreste don Manuel González (beatificado por Juan Pablo II el 28 de abril de este año 2001), se establecieron en el ala norte las Escuelas del Sagrado Corazón, dirigidas por el ilustre escritor, abogado y pedagogo Manuel Siurot. Para ello se ocuparon los espacios de las capillas del lado del evangelio y el coro alto, y se adquirieron viviendas adyacentes[134].

            La huerta, con su vieja noria, fue convertida en plaza de San Francisco, que pasó a denominarse en 1913 plaza del Conde López Muñoz, y hoy conocida como plaza del Ayuntamiento o de la Constitución.

            En 1936, la iglesia fue destrozada y sus imágenes, retablos y bienes muebles quemados en la plaza de San Francisco.

            Pasada la Guerra Civil, los PP. Jesuitas, que se habían establecido en Huelva en 1932, ocuparon en 1939 una parte de los locales que habían sido Escuelas del Sagrado Corazón, y se hicieron cargo del culto. Arreglaron los altares con lo poco que se pudo recuperar de los destrozos del 36, quedando, finalmente, distribuidos de la siguiente forma: en el lado del evangelio, contiguo al presbiterio, el altar de la Virgen de Monserrat y el altar de Nuestra Señora de la Esperanza, ambos en arcos rehundidos poco profundos; y, entre ambos, el púlpito. En el presbiterio, el retablo mayor de Joaquín Cano, del s. XVIII, ocupando la hornacina central con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, según el modelo del de los jesuitas de Sevilla. En la hornacina superior, un San Francisco, de serie. Las cornucopias laterales no son las de los antiguos patronos, sino que presentan el escudo de España con el Corazón de Jesús al centro («reinaré en España») y el escudo del Apostolado de la Oración. Los lienzos laterales no son los de Pacheco, sino otros de temas relativos al Sagrado Corazón. En la lado de la epístola se hallaba la capilla del Cristo de la Expiración, con el Cristo en su tabernáculo de traza barroca, y en los paramentos laterales, la Virgen del Mayor Dolor y San Juan, respectivamente. Le seguía el retablo de la Inmaculada, de las Congregaciones Marianas, muy rehecho o totalmente nuevo, en estilo neobarroco, con la imagen titular y otras de serie. A continuación, los altares de la Virgen de la Paz y el Cristo de la Victoria, donde estaban los altares de la Concepción y de San Luis, bajo arcos de medio punto rehundidos y decorados sus intradoses con casetones. Estas pinturas murales, que se habían conservado detrás de los retablos destrozados en 1936, fueron restauradas por el pintor Antonio Brunt. Finalmente el coro bajo, bastante amplio por la adaptación del coro alto al uso escolar.

            El 18 de junio de 1964, la Diócesis de Huelva vendió a la Compañía de Jesús el edificio (iglesia y dependencias escolares). En septiembre del mismo año se demolió lo que quedaba del antiguo convento e iglesia franciscana, para construir en su lugar un nuevo templo y residencia de la Compañía, obra del arquitecto Francisco de la Corte. La casa fue inaugurada el año 1966, y la nueva iglesia quedó abierta al culto el 9 de junio de 1973.
 

3. CONTINUIDAD EN LA HERMANDAD DE SAN FRANCISCO

            Durante la época de presencia franciscana en Huelva, la iglesia de San Francisco fue sede de las cofradías de San Antonio y San Telmo, ninguna de ellas con carácter penitencial. Sin embargo, a raíz de la desamortización, el antiguo templo franciscano fue sede de tres hermandades penitenciales. En 1837 acogió a la cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno[135], desde el derribo del convento de la Victoria hasta su ubicación definitiva –antes de 1845– en la parroquia de la Concepción[136]. En 1894 se fundó en San Francisco la Hermandad del Cristo de la Expiración, de la que nos ocuparemos a continuación. A ella se sumó en 1943 la cofradía del Cristo de la Victoria y María Santísima de la Paz (Ex-combatientes), erigida canónicamente en San Francisco, hasta que tomó como sede la nueva parroquia de San Sebastián en 1960[137].

            La Real e Ilustre Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Expiración, María Santísima del Mayor Dolor, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de la Esperanza (San Francisco), tal como se denomina hoy, fue fundada en 1894 por Juan Ortiz Serrano, en la iglesia de San Francisco, siendo aprobados sus estatutos cinco años más tarde. Tenía un solo paso, con el Crucificado y la Virgen dolorosa arrodillada a sus pies, imágenes que ya existían en aquella iglesia. El Cristo era conocido como de la Vera Cruz, y fue encargado por Juan Bautista Bermejo, según consta en su testamento otorgado en 1651[138]. En 1899 fue restaurado «con bastante acierto por el inteligente artista Apolonio Corral»[139]. La imagen de la Virgen figuraba anteriormente como Virgen de los Dolores, de cuya veneración existen datos que se remontan a 1680[140]. Ambas imágenes perecieron en 1936. En 1937 ocupó su lugar en la procesión de penitencia una fotografía de la Virgen, en busto, de tamaño natural, que impresionó hondamente.

            En 1938 salió un único paso con la Virgen del Mayor Dolor, obra del escultor valverdeño Manuel Castilla Jiménez. Al año siguiente, 1939, fueron incorporadas las imágenes del Stmo. Cristo de la Expiración, obra de Ramón Chaveli, de Jerez de la Frontera, y la Virgen de la Esperanza, obra del onubense Joaquín Gómez del Castillo, nueva advocación que se incorpora al título de la Hermandad.

            Caballero Lama, en 1951, afirmaba que el Cristo de la Expiración estaba situado en la antigua capilla de los Ángeles, fundada por el capitán Gonzalo de Vallejo. Sin embargo, Díaz Hierro, en 1964, afirma que «últimamente» el altar y las imágenes de la Cofradía del Cristo de la Expiración se hallaban en la capilla de San Diego, fundación de Cristóbal Toledo y Bermejo (1594). Las fotografías del altar confirman que el retablo se encontraba dentro de una capilla abovedada. Es cierto, no obstante, que la imagen de la Virgen de la Esperanza ocupaba el lugar del primitivo altar de Ntra. Sra. de los Ángeles.

            Ante la inminente demolición de la iglesia de San Francisco, en 1963, la hermandad fue acogida temporalmente en la Catedral. Pero el terremoto de 1969, que obligó a cerrar La Merced al culto, originó para la cofradía un penoso peregrinar. Finalmente, después de muchos sufrimientos, los hermanos acometieron la construcción de una capilla propia, en la calle Padre Andivia, inaugurada el 1979 y ampliada en 1992, donde se encuentra actualmente.

            La imagen de Nuestra Señora de la Esperanza, con su atributo iconográfico del áncora, símbolo tomado por la carta a los Hebreos del ambiente marinero, se ha convertido con el tiempo en una de las más veneradas entre los onubenses. En 1994, con motivo del I Centenario de la fundación de la cofradía, la Virgen de la Esperanza recibió la medalla de oro de la ciudad. Y el sábado 3 de junio de 2000, Año Jubilar, fue coronada canónicamente en la Plaza de las Monjas, a tan sólo unos metros de su primitiva sede.

            La hermandad ha querido mantener siempre el recuerdo de sus orígenes en la iglesia de San Francisco, no sólo ostentándolo en el escudo (la Vera+Cruz franciscana)y en el título oficial, sino usándolo habitualmente en uno de los títulos abreviados por los que es conocida: Hermandad de la Esperanza, o Hermandad de San Francisco. Conserva algún recuerdo del antiguo convento: un capitel y una pequeña campana.

            En la ornamentación de la capilla intervienen los jóvenes artistas y cofrades, Enrique Bendala Azcárate y Mario Ignacio Moya Carrasco. El primero ha diseñado, entre otras cosas, el tabernáculo eucarístico y el nuevo manto. Mario Moya ha pintado los cuadros de la Purísima Concepción (1996)[141], la Beata Ángela de la Cruz (1997)[142] y San Francisco (1999)[143].

            El santo de Asís, en éxtasis, estigmatizado por las heridas de la pasión en pies y manos, es sostenido en su desfallecimiento de dolor y de amor por un ángel. El vivo colorido dorado y la frescura de la interpretación, realista y piadosa a la vez, cautivan nuestra atención. Quede en nuestra retina esta figura del seráfico padre San Francisco, como símbolo de la continuidad en el espíritu de la fundación onubense.


CONCLUSIÓN

            Entre los diez conventos que fundó la orden franciscana en lo que hoy es Diócesis de Huelva, nos hemos ocupado del convento de San Francisco de la ciudad de Huelva. Fue fundado en 1588 por iniciativa del cabildo, construido con aportaciones de ciudadanos anónimos y con el mecenazgo de patronos, que edificaron y exornaron las capillas laterales, entre los que destaca el capitán Garrocho y sus descendientes. El claustro fue reconstruido tras los terremotos de 1755 y 1773. El sector residencial fue secularizado en 1835. La iglesia, en cambio, se mantuvo al culto hasta su derribo en 1964. Tras las desventuras de la incautación, las destrucciones de 1936 y el derribo de 1964 poco ha llegado hasta nosotros: fragmentos del relieve de la Purificación, obra del gran maestro de la escultura barroca española y universal, Juan Martínez Montañés; fragmentos del retablo de Joaquín Cano; algunas laudas sepulcrales y la mesa de la sacristía. La Hermandad de la Esperanza mantiene vivo hoy el recuerdo a la iglesia de San Francisco.

            Al lado de las grandes obras de arte de inspiración franciscana que suscitan la fe y la devoción en nuestras catedrales andaluzas, es bien poco lo que puede aportar la ciudad de Huelva. Imposible, en cambio, cuantificar la acción pastoral llevada a cabo durante casi tres siglos por predicadores y confesores franciscanos, que, sin duda, marcó la vida y la espiritualidad de generaciones enteras de onubenses.

  

Manuel Jesús Carrasco Terriza
Doctor en Historia del Arte
Miembro de la Academia de Ciencias, Artes y Letras de Huelva


 

APÉNDICE DOCUMENTAL

Descripción del Convento de San Francisco de Huelva

ÍÑIGUEZ, Manuel, OFM, Centuria Bética o Descripción y Colección de noticias de la Provincia de Andalucía de la Regular Observancia de Ntro. Sco. P. S. Francisco desde su erección en provincia y separación de la de Castilla conforme a los documentos existentes, por el R. P. Fr. Manuel Íñiguez, Ex-Srio. de la Provincia. 1860

Manuscrito en 4º. Archivo de la Provincia Bética OFM, Loreto (Sevilla), págs. 175-176. (En la pág. 457 se lee la siguiente anotación: «Esta obra es copia de la Historia de esta Provincia por el R. P. Valderrama. El P. Íñiguez le añadió el título inmerecido de Centuria. He visto copia (1836) del P. Valderrama en Moguer: era del P. Verdugo».)

 

/pág. 175/ «Descripción del Convento de S. Francisco de Huelva.

            Huelva, villa del Reino de Sevilla está situada a dos leguas al mediodía de Gibraleón y otras dos al O. E. de San Juan del Puerto a la orilla oriental del río Odiel en un terreno desigual de cumbres y llanuras. Algunos dan a Huelva la antigüedad por la venida de los fenicios a España. Llamose Onuba. Conquistada a los moros por el Rey D. Alonso el Sabio en 1267. Pertenece esta Villa a los Duques de Medina Sidonia. Las Campiñas de Huelva son fertilísimas para todos granos. Hay muchas viñas, higueras y almendras, y la pesca que hacen en la cercana mar sus moradores provee a la capital y otros muchos pueblos del Condado y de la Sierra. Tiene dos parroquias, tres conventos de Religiosos y uno de Religiosas.

            El Convento de San Francisco es fundación del año /pág. 176/ de 1588. Habiéndoles hecho a los Religiosos los capitulares donación del sitio. La Iglesia es primorosa, lo mismo el claustro y el convento, cuya situación es apreciable. Padeció mucho esta comunidad en el temblor de tierra del año de 1755, y en el día doce de Abril de 1773 quedó tan lastimado el convento que vino a tierra todo el dormitorio que cae a la huerta, aunque sin haber lastimado a persona alguna. Ya está mejorado y renovado a costa de la Provincia. El Claustro donde está toda la vivienda es de los más agraciados que hay entre los conventos de Andalucía. Pertenece el Patronato de este Convento a la noble familia de los Garrocho desde el año 1604.»


 

NOTAS

horizontal rule

[1] Así lo especificaba el decreto del Nuncio de Su Santidad por el que se ejecutaba dicha bula, con fecha 11 de febrero de 1954. Boletín Oficial del Obispado de Huelva, 1 (abr. 1954) 1-4, 10-12.

[2] DÍAZ HIERRO, Diego, Historia de la Merced de Huelva, hoy Catedral de su Diócesis, Huelva, 1975. PEÑA GUERRERO, María Antonia, «La herencia de la desamortización: La Merced en los siglos XIX y XX», en La Merced, cuatro siglos de historia, Huelva, 1991, págs. 70-77. FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro, «El antiguo convento de la Merced de Huelva», en Huelva y América. Actas de las XI Jornadas de Andalucía y América, Universidad de Santa María de la Rábida, marzo-1992. Huelva, Diputación Provincial, 1993, t. II, págs. 221-237.

[3] CASTRO Y CASTRO, Manuel de, OFM, Bibliografía hispanofranciscana, Santiago de Compostela, 1994, págs. 17, 29, 41. El de terceros regulares aparece como «Niebla (Huelva), San Juan de Moramira».

[4] RUBIO, Germán, OFM, La Custodia Franciscana de Sevilla. Ensayo histórico sobre sus orígenes, progresos y vicisitudes (1220-1499). Sevilla, Edit. San Antonio, 1953, pág. 671.

[5] VILAPLANA MONTES, María Asunción, La colección diplomática de Santa Clara de Moguer, 1280-1483, Sevilla, Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1975, págs. 41-44.

[6] GONZAGA, F, OFM, De origine Seraphicae religionis Franciscanae eiusque progressibus, Tertia pars, Romae, 1627, Conv. IV, da la fecha de 1350. Le sigue WADDINGO, Luca, OFM, Annales Minorvm in qvibus res omnes trivm Ordinvm a S. Francisco institvtorum ex fide ponderosivs asseruntur, calumniae refelluntur, praeclara quaequae monumenta ab obliuione vendicantur... t. V, Lvgdvni, Sumptibus Clavdii dv Fovr, MDCXXXXII, pág. 139.

[7] WADDINGO, Luca, OFM, Annales Minorvm, o.c., t. III, Lvgdvni, Sumptibus Clavdii dv Fovr, MDCXXXV, pág. 575: año 1350, nº XXV.

[8]  WADDINGO, Luca, OFM, Annales Minorvm,o.c.,  t. VII, Lvgdvni, Sumpt. Clavdii Prost. & I. Bapt., MDCXLVII, pág. 139: año 1482, nº XC. ORTEGA, Ángel, OFM, Las casas de estudio de la provincia de Andalucía, Madrid, 1917, págs. 285-287. Id., La Rábida. Historia documental y crítica, t. I, Sevilla, Impr. y Edit. San Antonio, 1925, pág.340-347.

[9] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel, El Monasterio de Santa Clara de Moguer, Huelva, Instituto de Estudios Onubenses, 1978.

[10] ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. I, págs. 350- 352. GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, 2ª ed., Huelva, Diputación Provincial, 1992, págs. 349-352.

[11] ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. I, págs. 33-81; t. IV, págs.280-301. GARCÍA, Sebastián, OFM, La Rábida, pórtico del Nuevo Mundo. Síntesis histórico-artística, Arganda del Rey (Madrid), 1992, págs. 29-42. GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, o.c., págs. 450-456.

[12] WADDINGO, Luca, OFM, Annales Minorvm, o.c., t. VII, págs. 278-279: año 1492.

[13] GONZAGA, F., OFM, De origine Seraphicae religionis Franciscanae eiusque progressibus, o.c., t. XVIII, pág. 904. WADDINGO, Luca, OFM, Annales Minorum, o.c., t. VIII, Romae, Ex Typographia Ioannis Petri Collinii, MDCLIV, págs. 207-208: año 1513, nº XVI. ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. I, págs. 348-350.RUBIO, Germán, OFM, La Custodia Franciscana de Sevilla, o.c., pág. 676. GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, o.c., págs. 101-106.

[14] RUBIO, Germán, OFM, La Custodia Franciscana de Sevilla, o.c., págs. 391-392.

[15] Gonzaga y Waddingo dan por fecha fundacional la de 1527: WADDINGO, Luca, OFM, Annales Minorum, o.c., t. VIII, pág. 459: año 1527, nº XXI.

[16] Archivum Provinciae Beticae Ordinis Fratrum Minorum (APB OFM), Sevilla, leg. 54, carp. d, Ayamonte, Relación de la fundación de los conventos de Ayamonte, hecha por Alonso Delgado, año 1648. Cita a GONZAGA, F, OFM, De origine Seraphicae religionis Franciscanae eiusque progressibus, Tertia pars. WADDINGO, Luca, Annales Minorum, o.c., t. VIII, Romae, Ex Typographia Ioannis Petri Collinii, MDCLIV, pág. 459, nº XXI.

[17] ORTEGA, Ángel, OFM, Las Casas de Estudio en la Provincia de Andalucía, Madrid, Impr. de G. López del Horno, 1917, pág. 221.

[18] Ibidem, págs. 313-322.

[19] WADDINGO, Luca, OFM, Annales Minorum, t. VI, Lvgdvni, Sumpt. Clavdii Prost & I. Bapt., MDCXLVIII, Regestum Pontificium Anno Christi 1466, Pauli II, anno 2, págs. 149-150.

[20] MORALES MARTÍNEZ, Alfredo José, Arquitectura medieval en la Sierra de Aracena, Sevilla, 1976, págs. 149-150.

[21] Archivo Parroquial de Cumbres Mayores, DURÁN DÍAZ, Miguel, Apuntes históricos de Cumbres Mayores escritos por su párroco D. Miguel Durán Díaz. 1973, original manuscrito, fol. 65.

[22] WADDINGO, Luca, OFM, Annales Minorum, o.c., t. VIII, pág. 512: año 1531, nº XV. Según el historiador local Silverio Escobar, la fundación del convento ocurrió en 1453, ubicándose en la huerta del Orozuz: ESCOBAR Y SALAZAR, Silverio, Noticia histórica de la villa de Escacena del Campo y de la ciudad de Tejada, antigua Ituci hispalense, Sevilla, 1910, pág. 105.

[23] APB OFM, leg. 54, carp. d, Ayamonte, Relación de la fundación de los conventos de Ayamonte, hecha por Alonso Delgado, año 1648.

[24] ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. I, págs. 340-341.

[25] DÍAZ SANTOS, María Luisa, Ayamonte. Geografía e historia, Ayamonte, Impr. Provincial, 1978, pág. 78. ARROYO BERRONES, Enrique R., Ayamonte y la Virgen de las Angustias, Huelva, Servicio de Publicaciones de El Monte, 1992, págs. 199-201.

[26] ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. IV, págs. 47-48.

[27] Ibidem, pág. 48.

[28] CRUZ GARCÍA, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva. Estudio histórico-artístico, Huelva, Excmo. Ayuntamiento de Huelva, 1998. 182 págs. + 4 planos.

[29] Sobre este fondo documental, cfr. LAZO LÓPEZ, María Dolores, Fondo Díaz Hierro. Inventario del Archivo, Huelva, Ayuntamiento de Huelva, Delegación de Cultura, Archivo Municipal, 1999.

[30] AGS, Real Patronato Eclesiástico (RPE), leg. 136. CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, Precedentes históricos de la diócesis de Huelva, memoria de licenciatura, inédita, Pamplona, 1982, pág. 141.

[31] MORA NEGRO Y GARROCHO, Juan Agustín, Huelva Ilustrada. Breve histo­ria de la antigua, y noble villa de Huelva. Sevilla, Imprenta del Dr. Don Geronymo de Castilla, 1762 (Reimpresión facsímil del Instituto de Estudios Onubenses Padre Marchena, Huelva, 1974), pág. 159.

[32] Archivo Municipal de Huelva (AMH), legº 3, Actas Capitulares 1587-1602, fols. 20, 21, 24. Cfr. ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. IV, pág. 43.

[33] Biblioteca Nacional (BN), Manuscritos, Diccionario Geográfico de Tomás López, Respuestas a las preguntas contenidas en el interrogatorio circular respectivas a la villa de Huelva, ms. 7301, fol. 131 vº. RUIZ GONZÁLEZ, Juan Enrique, Los pueblos de Huelva en el siglo XVIII. Huelva, según las relaciones enviadas por los párrocos al geógrafo real Tomás López en el siglo XVIII, Huelva, Diputación Provincial, 1999, pág. 175

[34] AMH, legº 3, fol. 36 vº.

[35] ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. IV, pág. 43.

[36] Citado por CRUZ, Rosario, o.c., pág. 21.

[37] Citado ibidem, pág. 23.

[38] AMH, legº 3, Actas Capitulares 1587-1602, fol. 77 vº: El cabildo acuerda «bolber al convento del seráfico San Françisco y al Padre Juan Romero, presidente dél, veynte y sinco reales de la imposición de carne y xabón del año pasado de ochenta y nueve».

[39] AMH, legº 3, Actas Capitulares 1587-1602, fol. 85. ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., pág. 44.

[40] AMH, Fondo Díaz Hierro (FDH), carpeta nº 165, «1878. Estado Iglesia de San Francisco», tomado de «Oficios y minutas» 1878, nº 74, carta de 1878, febrero, 22.

[41] AMH, FDH, carpeta nº 418, s.f., citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 32. DÍAZ HIERRO, Diego, Historia de la Merced de Huelva, hoy Catedral de su Diócesis, o.c., pág. 88.

[42] Archivo General del Arzobispado de Sevilla (AGAS), Visitas Pastorales, Año 1623, legº. 1332, s.f. Citado por CRUZ, Rosario, o.c., pág. 35.

[43] CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 24.

[44] Archivo Histórico Provincial de Huelva (AHPH), Protocolos notariales, leg. 547, fol. 757: Escritura otorgada en Huelva ante Juan de Segura Galván el 7 de julio de 1599. AMH, FDH, Carpeta nº 165, s.f., fotografía del folio 757. Transcripción de Díaz Hierro, ibidem, en Carpeta «Capilla Mayor. Obras de carpintería, 7 enero 1599». Cfr. CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 48-49, 121-122.

[45] CANDELAS GUTIÉRREZ, Ángel Luis, Carpintería de lo blanco onubense, Huelva, Diputación de Huelva, Servicio de Publicaciones, 2001, págs. 197-202.

[46] Ibidem, págs. 24-25. MORA, Juan Agustín de, Huelva Ilustrada, o.c., págs. 160-162.

[47] MORA, Juan Agustín de, Huelva Ilustrada, o.c. Apéndice Noticias adquiridas... pág  25. Sobre el linaje de los Garrocho, págs. 23-28.

[48] CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 54.

[49] Ibidem, págs. 54, 119.

[50] Ibidem, págs. 55, 131-133.

[51] Ibidem, pág. 56.

[52] Ibidem, pág. 57.

[53] Ibidem, págs. 57-58.

[54] Giacomo della Marca fue beatificado por Urbano VIII en 1624, y en 1626 fue declarado copatrono de Nápoles: LIOI, Renato, «Giacomo della Marca», en Bibliotheca Sanctorum, Roma, Città Nuova Editrice, 1965, t. VI, cols. 388-396.

[55] DÍAZ HIERRO, Diego, Historia de la devoción y culto a Ntra. Sra. de la Cinta, Patrona de Huelva,  Huelva, 1989, págs. 222-225.

[56] Ibidem, págs. 59-62, 37-38.

[57] Ibidem, págs. 63-64.

[58] Ibidem, pág. 33.

[59] SEGOVIA AZCÁRATE, José María, Efemérides históricas. Memoria de las actividades de la Hdad. de Ntra. Sra. de la Cinta. 1955-1987, Huelva, Impr. Colón, 1990, págs. 73, 130.

[60] ÍÑIGUEZ, Manuel, OFM, Centuria Bética o Descripción y Colección de noticias de la Provincia de Andalucía de la Regular Observancia de Ntro. Sco. P. S. Francisco desde su erección en provincia y separación de la de Castilla conforme a los documentos existentes, por el R. P. Fr. Manuel Íñiguez, Ex-Srio. de la Provincia. 1860, pág. 176. Cfr. infra, Apéndice documental.

[61] Ibidem.

[62] PALOMERO PÁRAMO, Jesús M., El retablo sevillano del Renacimiento. Análisis y evolución (1560-1629), Sevilla, 1983, págs. 427-428.

[63] Según Díaz Hierro, Pacheco se trasladó a Huelva para pintar del natural los retratos, y allí conoció a Baltasar Quintero, artista onubense, a quien animó para trasladarse a Sevilla. Desde entonces, Baltasar Quintero estuvo muy ligado a Montañés, para quien trabajó repetidamente: DÍAZ HIERRO, Diego, «Baltasar Quintero. Arquitecto de retablos, pintor y escultor, fue este ilustre onubense el compañero predilecto de Martínez Montañés», en Archivo Hispalense, t. XLIII, nº 131, Sevilla, 1965, págs. 303-308.

[64] CABALLERO LAMA, Juan, «Las más antiguas cofradías onubenses», Separata de Mater Dolorosa, Huelva, 1951, pág. 9. GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, o.c., pág. 169.

[65] Portfolio fotográfico de España, reproducido por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 169, lám. 8.

[66] AMH, FDH, carpeta 418, s.f. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 73, 120.

[67] En el inventario de los agentes de la desamortización figura «un cuadro grande viejo de San Antonio con el marco dorado de Pintura vieja»: AMH, Oficios y Minutas, leg. 205. Inventario de pinturas existentes en el convento de San Francisco de Huelva. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 81.

[68] Ibidem. Citado ibidem, pág. 74.

[69] CABALLERO LAMA, Juan, «Las más antiguas Cofradías onubenses», en Rev. Mater Dolorosa. Huelva, 1951, s.p. Sobre Miguel Güelles, cfr. CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, «El cuadro de Ánimas de la Parroquia de las Angustias de Ayamonte. De Miguel Güelles a Joaquín González Sáenz», en VI Jornadas de Historia de Ayamonte, Ayamonte, noviembre 2001, en prensa.

[70] CRUZ, Rosario, El convento de San Francisco de Huelva, o.c.,pág. 81; cfr. pág. 75.

[71] AMH, FDH, carpeta 166, s.f. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 75, 81.

[72] AMH, FDH, carpeta 165, s.f. Citado ibidem, pág. 76.

[73] Diario de Huelva, 23 de marzo de 1910.

[74] SUGRAÑES GÓMEZ, Eduardo J., Breve historia gráfica de la Pasión en Huelva, o.c., s.p.

[75] CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, La escultura del Crucificado en la Tierra Llana de Huelva, Huelva, Diputación Provincial, 2000, págs. 327-328.

[76] La imagen se conserva en la parroquia de San Pedro de Huelva, convertida en Virgen de Belén: GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, o.c., págs. 158-159.

[77] AMH, FDH carpeta 166. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 78, 131-133.

[78] Archivo Diocesano de Huelva (ADH), Justicia, Huelva, caja 286. Autos de la disposición del alcalde D. Diego de Guzmán y Quesada. 1696. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 80.

[79] AMH, Oficios y Minutas, leg. 205/2, 1823, febrero. Inventario de pinturas existentes en el convento de San Francisco de Huelva. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 81, 154.

[80] Ibidem, págs. 80-81, 155. En el catálogo de la biblioteca del Convento de San Francisco de Moguer (sin fecha, con letra del s. XVIII), la letra A corresponde a glosas, santos padres y expositivos; la B, libros predicables latinos; la C, predicables romancistas; la D, dogmáticos y escolásticos; y la E, libros de derecho, morales, de la regla y constituciones: APB OFM, Legado 54, carpeta B, 54/28: «Libros que tiene la librería del Convento de Ntra. Sra. de la Esperanza de Moguer».

[81] Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid (ARABASF), Comisión Central de Monumentos Históricos y Artísticos. Comisión Provincial de Huelva, 48 - 4 / 2, Monumentos en general: Extracto de bienes muebles de conventos desamortizados, Huelva, 1845, junio, 1. AMADOR DE LOS RÍOS, Rodrigo, Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Huelva. 1909, Edic. Manuel J. CARRASCO TERRIZA, Huelva, Diputación Provincial - Ministerio de Educación y Ciencia, Instituto del Patrimonio Histórico Español, 1998, págs. 197-198.

[82] SEGOVIA AZCÁRATE, José María, Efemérides históricas. Memoria de las actividades de la Hdad. de Ntra. Sra. de la Cinta. 1955-1987, o.c., págs. 120, 189-191, lám 34-35, 40.

[83] HERNÁNDEZ DÍAZ, José, Documentos varios, t. I de Documentos para la Historia del Arte en Andalucía, Sevilla, 1927, págs. 148-152.

[84] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, o.c., págs. 341-343.

[85] LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino, Desde Martínez Montañés hasta Pedro Roldán, Sevilla, 1932, págs. 244.245.

[86] CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 126.

[87] HERNÁNDEZ DÍAZ, José, Documentos varios, o.c., págs. 149-150.

[88] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, o.c., págs. 166-170.

[89] CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, «Bienes muebles en la Huelva del siglo de Velázquez», en Del siglo de Velázquez. Arte religioso en la Huelva del siglo XVII, Catálogo de la exposición, Huelva, 1999, págs. 19-49.

[90] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, o.c., pág. 170.

[91] SEGOVIA AZCÁRATE, José María, Efemérides históricas. Memoria de las actividades de la Hdad. de Ntra. Sra. de la Cinta. 1955-1987, o.c., págs. 120, 174.

[92] ADH, Justicia, Huelva, caja 290, Huelva, Año de 1766. C. 1ª. L. 2741a. Autos de Don Juan de Almeida, marido de Doña Bárbara de Lemos Vega y Garrocho, con Doña Ana María de Negro sobre restitución del despojo en el derecho del Patronato, capilla, bóbeda y entierro que fundó el Almirante Don Andrés de Vega y Garrocho en S. Francisco, fols. 42 vº- 43. Trascrito por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 147.

[93] GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura mariana onubense, o.c., págs. 158-159.

[94] CRUZ GARCÍA, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 55, 131-133.

[95] AMH, FDH carpeta 166. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 78, 131-133.

[96] ADH, Justicia, Huelva, loc. cit. CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 140-151.

[97] Transcripción literal de la lápida. Las palabras hoy perdidas han sido completadas por las trascripciones que figuran en el citado expediente de ADH, citado por Rosario Cruz, en págs. 140, 143, 147.

[98] ADH, Justicia, Huelva, loc. cit., fol. 42 vº. CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 147..

[99] AGS, Dirección General del Tesoro., loc. cit.

[100] AGAS, Visitas Pastorales, Año 1623, loc. cit. Citado por CRUZ, Rosario, o.c., pág. 35.

[101] ORTEGA, Ángel, OFM, Las Casas de Estudio en la Provincia de Andalucía, o.c., pág. 322.

[102] AGAS, Visitas Pastorales, Informe de Juan Negro sobre su vicaría, legº. 1333, fol. 121. Citado por CRUZ, Rosario, o.c., pág. 35.

[103] ORTEGA, Ángel, OFM, Las Casas de Estudio en la Provincia de Andalucía, o.c., pág. 328.

[104] MORA, Juan Agustín de, Huelva Ilustrada, o.c., pág. 160.

[105] LARA RÓDENAS, Manuel José, Religiosidad y cultura en la Huelva moderna, t. III de El tiempo y las fuentes de su memoria. Historia moderna y contemporánea en la provincia de Huelva, Huelva, Diputación Provincial, 1995, págs. 85-86.

[106] ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. IV, págs. 44-47.

[107] AGAS, Visitas pastorales. Informe de Juan Negro sobre su vicaría: legº 1333, fol. 121. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 35.

[108] APB OFM, Legajo 54, carpeta H, «Convento de Ntro. Pe. Sn. Francisco de Huelba. Fr. Christóbal de la Banda, Lector de Theología y Comisario de estas diligencias. Estando en este Convento de Ntro. Pe. S. Franco. de Huelba en nuebe días del mes de Marso de mill seisientos nobenta y seis, auiendo requerido al Pe Guardián con la patente de mi comisión y obedesida me entregó las escripturas de memorias y legados que tiene este dicho convento, y auiéndolos registrado, hayo que son en la forma siguiente [...]»

[109] APB OFM, loc. cit., fol. 6, nº 47.

[110] GONZÁLEZ CRUZ, David, Religiosidad y ritual de la muerte en la Huelva del siglo de la Ilustración, Huelva, 1993, pág. 244.

[111] LARA RÓDENAS, Manuel José, Religiosidad y cultura en la Huelva moderna, o.c., págs. 87-88.

[112] ROPERO REGIDOR, Diego, «Franciscanos andaluces de la tierra de Huelva en Indias», en Actas del I Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo. La Rábida, 16-21 septiembre 1985 , Madrid, Deimos, 1987, págs. 753-770.

[113] MACÍAS DOMÍNGUEZ, Isabelo, «El aporte misionero onubense a Indias en el siglo XVIII», en Huelva y América. Actas de las XI Jornadas de Andalucía y América, marzo 1992. Huelva, Diputación Provincial, 1993, t. I, pág. 280.

[114] ROPERO REGIDOR, Diego, o.c., págs. 768-769.

[115] MACÍAS DOMÍNGUEZ, Isabelo, o.c.,  pág. 281.

[116] ROPERO REGIDOR, Diego, o.c., págs. 766-767.

[117] MACÍAS DOMÍNGUEZ, Isabelo, o.c.,  págs. 281-282.

[118] La Santa Regla, que N. S. P. San Francisco dio a los profesores de su Sagrado Orden Tercero, y confirmada por nuestra Santísimo Padre Nicolao IV, puesta en compendio para los Hermanos de la Venerable Orden Tercera de la villa de Huelva, cuyo librito se costea a sus expensas, Sevilla, Impr. Mayor, 1785, pág. 58. Citado por LARA RÓDENAS, Manuel José, Religiosidad y cultura en la Huelva moderna, o.c., págs. 89-90.

[119] Ibidem, pág. 123.

[120] Ibidem, pág. 146.

[121] Cfr. ibidem, pág. 126.

[122] ADH, Justicia, Huelva, caja 292, “Huelua. 1669. Autos hechos a instancia del convento de San Francisco de la [sic] Huelua sobre que se le dé lizencia para vender una capilla que comensaron a labrar vnos vezinos de la dicha uilla al Señor San Telmo”.

[123] DÍAZ HIERRO, Diego, Historia de la devoción y culto a Ntra Señora de la Cinta, Patrona de Huelva, o.c., págs. 222-228.

[124] AHPH, Protocolos Notariales, leg. 754, fols. 252 ss. Citado por LARA RÓDENAS, Manuel José, Religiosidad y cultura en la Huelva moderna, o.c., pág. 180.

[125] AMH, Oficios y Minutas, leg. 205, 2/205, s.f., transcrito por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 152-154.

[126] ORTEGA, Ángel, OFM, La Rábida, o.c., t. IV, págs. 193-194.

[127] ARABASF, Comisión Central de Monumentos, legajo de Huelva. loc. cit. AMADOR DE LOS RÍOS, Rodrigo, Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Huelva. 1909, o.c., págs. 197-198.

[128] En el convento de la Victoria, los agentes de la incautación inventariaron «9 Efigies de madera de escaso mérito, pues las que componen la cofradía llamada de los Trianes que son muy buenas, se trasladaron a la Iglesia de San Francisco a petición de los propietarios»: ARABASF, Comisión Central de Monumentos, legajo de Huelva, loc. cit. AMADOR DE LOS RÍOS, Rodrigo, Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Huelva. 1909, o.c., pág. 197.

[129] ADH, Administración, Inventario histórico de 1860. Núm. 4. Administración principal de Propiedades y Derechos del Estado de la Provincia de Huelva. Diócesis de Sevilla. Relación de las fincas pertenecientes a la Iglesia que no se incluyan en los inventarios de permutación por estar eseptuados de ésta, con arreglo al convenio celebrado con la Santa Sede. Huelva, 1860, diciembre, 19. Copia autentificada por el Vicario General de Sevilla, 1979, julio, 23; fol. 2:  «Huelva. Iglesia de S. Francisco. Franciscos [sic] Descalzos. Al culto»

[130] AMH, legº. 652, fol. 31. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 37.

[131] CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., págs. 28-29.

[132] MADOZ, Pascual, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, t. IX, Madrid, 1847, pág. 274.

[133] SANTAMARÍA, Braulio, Huelva y La Rábida, Madrid, 1882, pág. 44.

[134] CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 42.

[135] ARABASF, Comisión Central de Monumentos, legajo de Huelva, loc. cit. AMADOR DE LOS RÍOS, Rodrigo, Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Huelva. 1909, o.c., pág. 197.

[136] SUGRAÑES GÓMEZ, Eduardo J, Historia de la Semana Santa de Huelva, 2ª ed., Huelva, Fundación El Monte, 1998, pág. 209.

[137] Ibidem, págs. 31-38. Anotemos, finalmente, que la inspiración franciscana de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Calvario y María Santísima del Rocío y Esperanza (1972) entronca más bien con el convento rabideño, por sus orígenes estudiantiles en el Politécnico de La Rábida: cfr. ibidem, págs. 44, 46.

[138] AMH, FDH, carpeta 165, s.f. Citado por CRUZ, Rosario, El Convento de San Francisco de Huelva, o.c., pág. 76.

[139] La Provincia, 24 y 30 de marzo de 1899. SUGRAÑES GÓMEZ, Eduardo J, Historia de la Semana Santa de Huelva, o.c., pág. 101.

[140] CABALLERO LAMA, Juan, «Las más antiguas cofradías onubenses», o.c.

[141] Óleo sobre lienzo. Mide 2,70 x 1,80 m. Firmado: «Moya 96». CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús,  Ave María, Catálogo de la Exposición, Huelva, Casa Colón, 17 de diciembre de 2002 a 12 de enero de 2003, Córdoba, Publicaciones Obra Social y Cultural Cajasur, 2002, págs. 62-63.

[142] Óleo sobre lienzo. Mide 1,95 x 1,30 m. Firmado: «Moya 97»

[143] Óleo sobre lienzo. Mide 1,95 x 1,30 m. Firmado: «Moya 99»