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Página personal de Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA  

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LA IGLESIA DE LA ASUNCIÓN DE ARACENA:
DE DIEGO ANTONIO DÍAZ A HILARIO VÁZQUEZ

                                                                       Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA

Publicado en Boletín Oficial del Obispado de Huelva, 394 (oct.-dic. 2008) 347-362. ISSN 1887-8970.

            El pasado día 12 de septiembre de 2008, el Sr. Obispo de Huelva, Mons. Vilaplana, acompañado del Sr. Obis­po Emérito, Mons. Noguer, el Sr. Cura Párroco de Aracena, don Longinos Abengózar, y varias decenas de sacerdotes, celebraba la eucaristía, con la que volvía al culto la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción, una vez terminadas las obras de ampliación y conclusión del proyecto primitivo.

            Desde principios del siglo XVI, Aracena había soñado con una parroquia monumental, amplia y luminosa, más próxima al núcleo de población, evitando así a los fieles la incomodidad de tener que subir a la iglesia del Castillo, edificada en lo más alto del cerro. Por este motivo, se comenzó un nuevo templo, con unas trazas cuyo desarrollo completo no se ha podido culminar hasta este momento, después de casi quinientos años de obras y de esperas1.

 

 Una larga historia

            La larga y bien conocida historia de esta iglesia comienza el 14 de diciembre de 1522, cuando se concede licencia para hacer una nueva parroquia en el casco urbano2. En julio de 1527 se derriban los edificios para dejar libre el solar3. Según testimonio del notario Fernando Sánchez de Ortega, “en martes, catorze días del mes de setiembre de mill e quinientos y veinte y ocho años se començó a fundar la Yglesia Mayor nueva desta villa. Y este día con gran solenidad se puso la primera piedra”4.

            La primera intervención documentada corresponde al arquitecto Diego de Riaño, hacia 1531: el 17 de febrero de 1534, Riaño daba poder a Martín de Otamendi para cobrar del mayordomo de la iglesia mayor de Aracena, Alonso Pérez de la Bolsa, la cantidad de 18.000 maravedíes, por su salario de tres años que dicha iglesia le daba por su cargo de las obras de cantería5. Diego de Riaño muere aquel mismo año6. Según testimonio de Sánchez Ortega, el cantero que comenzó esta iglesia fue Vasco Hernández, a cuyo fallecimiento le sucedió Juan de Calona7.

            En 1538, las obras, realizadas durante el pontificado del cardenal don Alonso Manrique de Lara, llegan a las columnas del presbiterio, y se terminan las portadas de la sacristía y de la reserva eucarística8, y se construye una capilla provisional que da a la plaza.

            Continúan las obras de cantería en 1549, en la que figuran varios maestros canteros, como Miguel de Gaínza y Juan de Calona9.

            Entre 1553 y 1558 se paralizan las obras, por falta de recursos y por discrepancia entre los arquitectos. Intervienen Juan Bautista de Toledo, Paccioto y Juan de Herrera. Se trabajaba en las obras en 1558, cuando Juan Álvarez, vecino de Aracena, sufrió un accidente que le causó la muerte10. En 1559, Felipe II hace venir de Gante a Juan Bautista de Toledo y le hace director de los edificios reales, entre ellos, de la construcción de la iglesia mayor de Aracena. El italiano Paccioto revisa el proyecto de fachada y lo critica severamente. Interviene entonces Juan de Herrera, que viene a Sevilla a dirimir el concurso de la fachada del Hospital de las Cinco Llagas. Entonces el rey le encargó los planos de fachada de la iglesia de Aracena. El hecho es que Juan Bautista de Toledo abandona la dirección, por sus diferencias  con el criterio regio11.

            Los trabajos se reanudan en 1562, momento en que se le confía a Hernán Ruiz II las obras de varias iglesias, que estaban en manos de maestros inhábiles12. En 1563 fue contratado el campanero Marcos Palacios, de Fregenal, para la fundición de la primera campana de la parroquial. Fue fundida con toda pompa y solemnidad el 30 de junio de 1563, y se colocó el 3 de julio13. Pero el 14 de febrero del año siguiente amaneció quebrada y sin voz, por lo que el campanero se obligó a fundirla de nuevo, lo que así ocurrió el 28 de agosto de 156414. El 16 de octubre de 1563, ocasionado por una fuerte tormenta, se hundió la bóveda de una capilla colateral de junto a la sacristía15. En diciembre de 1566 falleció en accidente laboral el cantero Juan López de la Osa, cuando andaba en la capilla mayor16.

            Finalmente, el 14 de agosto de 1570, víspera de la fiesta de la Asunción, se inauguró el templo parroquial, con el traslado del Santísimo17. Corresponderían a este período la bóveda de casetones de la sacristía, del presbiterio y el primer tramo de las naves. En la central, las retículas están formadas por círculos concéntricos unidos por líneas diametrales, en las que se alternan círculos y cuadrados que albergan los relieves de la Asunción de la Virgen y de los doce Apóstoles; en los senos, los cuatro Evangelistas.

            Al fallecimiento de Hernán Ruiz, 21 de abril de 1569, se hace cargo de las obras el maestro mayor de fábricas del arzobispado, Pedro Díaz de Palacios, quien se obliga por escritura de 14 de abril de 157118. En 1587 se estrenó la pila bautismal19. Ya estaban terminadas las capillas del primer tramo, en noviembre de 1593, y mientras se hacía un tejadillo, ocurrió otro accidente laboral, en el que murió Domingo Nieto20. Se reanudan las obras el 12 de marzo de 1597. Se sufre un incendio el 24 de junio del mismo año. El 13 de agosto de aquel año fallecía en otro fatal accidente el aparejador Marcos Pérez, de Galaroza, amigo de Arias Montano, cuando andaba midiendo en las capillas del segundo tramo, cuyos arcos principales se estaban acabando de cerrar21.

            El diseño de pilares y bóvedas cambia en el segundo tramo, posiblemente por la intervención de Vermondo Resta22. La bóveda central, de media naranja, descansa sobre pechinas, y se decora con casetones formados por nervios radiales y círculos concéntricos. En el círculo central se colocó el trigrama ihs, con los tres clavos. Tras un anillo de triglifos en el breve entablamento, las pechinas quedan decoradas con trozos de cerámica, formando un dibujo geométrico, y la inscripción “ave / ma / ria / 1603”. Las bóvedas laterales son ovaladas, también de nervios perpendiculares a sus centros. Que las obras estaban ya concluidas en 1603 lo ratificaba el establecimiento litúrgico del coro, que ostentaba la inscripción: “hic est chorus 1603.”23

            Las noticias de la primera mitad del siglo XVII, que tienen al Conde Duque de Olivares como protagonista, son bastante imprecisas. El mayordomo de la fábrica parroquial, Manuel José Pérez Lozano, desmiente que se comenzara a labrar esta iglesia para colegiata por disposición del Conde Duque de Olivares, Príncipe de Aracena, don Gaspar de Guzmán, pues el templo llevaba más de un siglo en construcción24. Según Gutiérrez Marmonje, las obras continuaron hasta 162825. Lo cierto es que se habían levantado los pilares para la tercera y cuarta crujía, pero las obras se paralizaron definitivamente, y los pilares y el arranque de los muros quedaron a la intemperie, interrumpidos a diferentes alturas. La parte cubierta quedó, de momento, como único espacio para el culto, centrándose los esfuerzos en el exorno del interior del templo, como el gran retablo (1629-1633)26. En 1664, el mayordomo solicita maderar el trascoro, pero la respuesta fue que no es conveniente se haga la obra, “por no estar acauada dicha yglesia, y que precisamente se a de deshacer otro día”, siendo más urgente hacer un nuevo campanario27.

            Es evidente que no era grato ver aquel templo a medio construir. En la relación que hace el visitador general del arzobispado, don Gregorio Luis Zapata y Palafox, el 17 de noviembre de 1715, describe la situación del templo, y lo que haría falta para concluirlo, calculando su costo en 40.000 pesos, aproximadamente28. Según una declaración del mayordomo de la fábrica parroquial, el cardenal arzobispo Manuel Arias “mandó a sus maestros de obras la reconociesen, y apreziasen el costo de concluirla. Y estando en estas disposiziones para ello fallezió y no se prosiguieron las diligencias”29.

 El mandato de visita del arzobispo Salcedo y Azcona

            En junio de 1725, el arzobispo don Luis de Salcedo y Azcona realizó personalmente la visita pastoral a Aracena y a su vicaría. Con la amplitud de miras que le caracterizó, y que quedó patente en las importantes construcciones que acometió en su vida – la capilla y el retablo de la Virgen de la Antigua, el gran órgano de la catedral, el palacio episcopal y la parroquia de Umbrete–, se interesó por la terminación de la iglesia de Aracena. En este sentido dictó el mandato nº 13 de su visita, que dice así:

            “Que por quanto hemos reconozido que la obra de esta Yglesia se halla en dos nabes y media, de suerte que falta quasi el medio cuerpo de la Yglessia, y por este motibo está con grande yncomodidad su choro, e incapaz de que puedan estar en él todos los eclesiásticos de esta villa, mandamos que el mayordomo de fábrica acuda dentro de quatro meses, con tanto de este nuestra mandado, a pedir embargo de las quartas partes dezimales para la continuazión de dicha obra, cuyo reconozimiento y gastos que se executaren en su aprezio se abonarán a dicho mayordomo en visita benidera, en virtud de papel de nuestro vicario, de los gastos que en lo referido se hubieren ocasionado; y de la execuzión de este nuestro mandato nos dará quenta dicho nuestro vicario en el referido término, por lo mucho que ynporta.”30

            En efecto, el 12 de octubre de 1725, la fábrica parroquial solicitó la visita del maestro mayor de obras de fábricas del arzobispado, para que elaborara su informe y su presupuesto. Así se le comunicó al arquitecto, Diego Antonio Díaz, y al Deán y Cabildo de Sevilla31. El Cabildo hispalense envió a Diego Antonio Díaz a Aracena, para “reconocer su estado y las obras que necesita hacer para concluirla en todo y, asimismo, apreciar la cantidad que costará su ejecución”32.

            Diego Antonio Díaz presentó la declaración de su visita a Aracena, en Sevilla, el 23 de enero de 1726. Describe la situación del templo, lo ya construido y lo iniciado en muros y pilares, que marcan las dimensiones del templo proyectado. Comprendiendo la necesidad de la ampliación, por razón de la estrechez e incomodidad del coro y de las naves, proyecta una obra que se redujera a lo estrictamente necesario, a pesar de que la simetría arquitectónica pedía la edificación total. En lugar de continuar con tres tramos más, se conforma con añadir dos intercolumnios, labrando un muro nuevo en los pies. Se atendría en todo a lo ya construido, tanto en alturas, materiales, estilo dórico, etc. No incluye en el proyecto las tres portadas y la torre, –o espadaña–. Calculó el costo de las obras en 25.000 ducados, cifra más que considerable: 9.375.000 maravedíes33.

            A la vez que se presentaba el informe, el mayordomo de fábrica  de Aracena solicitaba el secuestro de los diezmos, por la pobreza de la fábrica. Los diezmos del Priorato de Aracena se repartían del siguiente modo: dos terceras partes correspondían al prior y a las fábricas de Aracena, Galaroza e Hinojales, mientras que la mesa arzobispal y capitular recibía el tercio restante34. El secuestro, es decir, la disminución de ingresos, afectaba, por tanto, al Prior de Aracena –el Deán de Toledo– y Capilla Real de Granada, y al Cabildo de Sevilla. El Cabildo trató del asunto en la Diputación de Negocios, de 27 de enero de 1726.35

            Pero la dificultad se planteó con mayor fuerza por parte del Prior y Deán de Toledo. En las repetidas intervenciones de dicha Capilla Real, se niega en rotundo a admitir el secuestro, por considerar la obra algo innecesario y “volumptarioso”. Se basa en que ya existía una parroquia, la iglesia del Castillo, que había dos conventos de religiosos y dos de religiosas, y numerosas ermitas. Exige que se aporten los autos con los que se comenzó a construir la iglesia, para comprobar su necesidad y quién se obligaba a construirla 36.

            La fábrica, por su parte, se apoyaba en que la nueva iglesia se comenzó por la grave incomodidad de la antigua, situada en lo alto de un cerro, expuesta a las inclemencias del invierno y del verano. Y la necesidad de ampliar venía claramente expuesto en la visita del arzobispo: la estrechez del espacio para el coro y para los fieles. Tanto el notario apostólico de la parroquia como el archivero del oficio de fábricas declaran que no existe documentación al respecto. El notario de la parroquia afirma que lo único que se sabe es que hay una inscripción en un arco del lado de la epístola, con el año 1570, y otra en la bóveda central, con el año 160337. Sea como fuere, el expediente termina sin que hubiera una resolución. Y de hecho, siguió detenido el proceso constructivo del edificio.

 Obras de 1764 a 1941.

            La iglesia, que había sido concebida para tener cinco tramos o cuerpos de nave, quedó interrumpida en las dos primeras, con el grave inconveniente de que el muro que cerraba los pies no tenía la solidez necesaria. Y así quedó patente el 1 de noviembre de 1755, cuando el terremoto de Lisboa  sacudió el edificio: “se habrieron las bóbedas, afloxaron y desmintieron las claues de los arcos, los que se acuñaron el año de 764.”38 Para conmemorar dicha reparación, se hallaba una inscripción en el arco del coro, que, según Amador de los Ríos39, decía: primaevo nitore exornata - a. mdcclxiv, es decir, “Adornada con la belleza y el esplendor de la primera juventud. Año 1764.”

            Nuevamente acude la fábrica parroquial al Provisor de Sevilla, en demanda de la ampliación y conclusión de la iglesia. El 3 de julio de 1773, el mayordomo de fábricas informaba que la iglesia “se formó en su primera construcción para sinco cuerpos o nabes, y, después de concluidas las dos, paró la obra, y con una pared mal formada se cortaron o dividieron los dos cuerpos que sirben de Yglesia, quedando el tercero con las paredes lebantadas cuasi hasta el texado”40. El mayordomo se remite a la visita del arzobispo Salcedo, de 1725, e insiste en la estrechez del espacio: en los dos cuerpos de la iglesia “se ocupa el plano del comulgatorio, confesonario, sillas de la Real Justicia y otros asientos. Es tan corto el sitio que queda respecto del vezindario, pues se conpone éste de tres mill quinientas cinquenta y cinco personas [...]. Es nesesario se amplíe continuando la espresada obra hasta su conclusión, para ebitar la confusión y desorden que se esperimenta en la citada yglesia en cualquier día festibo, por no poderse acomodar en ella ni aún la tercera parte de la gente que concurre, aún de dicha villa como de las aldeas que son calles de ella”. La petición va dirigida a que el maestro mayor de fábricas reconozca la iglesia “y la obra que está por rematar y declare el modo de su conclusión y el costo que podrá tener”41.

            El 15 de diciembre de 1774, informó el arquitecto Pedro de Silva sobre su vista al templo aracenés, pero en su relación se limitó a considerar la reparación de las cubiertas42. Y a esas reparaciones se limitaron también las declaraciones de Pedro de Silva, de 13 de febrero de 177743; de Antonio de Figueroa, de 13 de febrero de 177944, y 21 de agosto del mismo año45; del maestro mayor de obras de carpintería, Francisco del Valle, de 22 de diciembre de 177946; y de Antonio de Figueroa, de 19 de enero de 178047. En 1783, José Álvarez comprueba los anteriores informes y certifica que se han ejecutado con arreglo a las condiciones previstas, en las que, desde luego, nunca se incluyó la terminación del proyecto primitivo48.

            Es evidente que las nuevas obras en 180249 y 182650 tampoco afectaron a la pretendida ampliación.

            El 10 de agosto de 1936, el templo fue víctima del vandalismo anticristiano: colocaron algunas cargas de dinamita, e incendiaron los retablos, esculturas, orfebrería, tejidos y todos los libros del archivo, aunque afortunadamente sólo quedó afectada la parte del coro y de la tribuna, que tenían estructura de madera51. En previsión de que hubiera sido afectada la solidez del templo, don Antonio López de Tejada, párroco de Aracena, se dirige al arzobispo de Sevilla, cardenal Ilundáin, el 20 de septiembre de 1936,  manifestándole que desea ponerse en contacto con algún arquitecto para que dictamine sobre la seguridad de las bóvedas y las columnas52.

            Pero las circunstancias no eran aún propicias para iniciar la restauración. Finalizada la contienda civil, el 9 de julio de 1939 se constituyó una “Junta Pro-Restauración de la Iglesia Parroquial”, presidida por el párroco, don Antonio Urquiano Murga, al que sucedió don Vicente Moya en 1940, hasta su muerte en 1951. Por lo que interesa a nuestro tema, en la primera reunión propusieron acudir al arquitecto diocesano don Aurelio Gómez Millán para que dirigiera las obras. En 1940, Gómez Millán había enviado el proyecto y el presupuesto, valorado en 160.080,62 ptas. Las obras comenzaron el 15 de mayo de 1940, y el templo se reabrió al culto el 10 de agosto de 194353.

 El comienzo del fin: la ampliación de Pérez Embid y Manzano.

            Pero fue el ilustre hijo de Aracena, don Florentino Pérez Embid (1918-1974), entonces Director General de Bellas Artes, quien dio el paso más arriesgado: reemprender las obras de terminación del templo, tantos siglos interrumpidas. Fue preciso derribar la casa del párroco54, construida en 1943 en lo que era archivo y despacho parroquial, para ocupar la extensión que exigía el plan primitivo. El arquitecto, hoy Académico de Bellas Artes, don Rafael Manzano Martos, diseñó la prolongación del buque, en tres tramos más –el de los pies repartido entre el coro y el atrio–, conforme a aquella simetría de las bóvedas, a la que se refería Diego Antonio Díaz. Las obras comenzaron en 1972. Una vez levantados los muros con sus pilares, pensaba cubrir los tramos con bóvedas vaídas, realizadas por rasillas y losa de hormigón –en vez de rosca de ladrillo– y cubierta de teja sobre cerchas metálicas. Los muros perimetrales seguirían la técnica de los anteriores, es decir, mampostería toledana para los paramentos, cantería para los contrafuertes, esquinas, zócalos y capillas, y piezas prefabricadas con relleno de hormigón en pilares y arcos. Desgraciadamente, tan sólo se llegó hasta la altura de las cornisas. La iglesia quedó, una vez más, “en alberca”55.

 La conclusión: la fe de un párroco, la pericia de un arquitecto y la decisión de un pueblo.

            Y así habría quedado si no hubiera sido por la fe del párroco, don Longinos Abengózar Muñoz, cuyo dinamismo fue capaz de aunar voluntades en un proyecto tantos siglos soñado. En enero de 1996 se lanzó a recuperar espacios perdidos, con cubrición provisional, para integrarlos en el templo. Consiguió que aquel solar no fuera las espaldas de la iglesia sino un espacio a reconquistar. El buen resultado animó a emprender la carrera final.

            Fue decisivo el apoyo institucional del Ayuntamiento, presidido por su alcalde, don Manuel Guerra, que supo atraer financiación pública, de la Delegación Provincial de Cultura y de la Diputación Provincial. Y, sin la menor duda, fue decisivo el proyecto de don Hilario Vázquez, que concibió una solución novedosa, artística, económica y práctica, es decir: una solución posible. La Comisión Provincial de Patrimonio captó las cualidades del proyecto: novedad en el uso de la madera laminada, perfecta distinción entre lo nuevo y lo viejo, y al mismo tiempo, admirable homogeneidad formal, que no mimetismo.

            El proyecto consistió en atar todo el perímetro de los muros con un zuncho de hormigón, que, además, adopta la forma octogonal en cada tramo de bóveda. Sobre dicha base octogonal, monta una serie de bóvedas de madera laminada, formada por costillas radiales, con la doble función de sostener la bóveda semiesférica u oval, y servir de soporte a la cubierta exterior de forma piramidal. De esta forma, estructura y decoración van unidas en las mismas piezas, lo que supone un ahorro muy considerable. Las bóvedas siguen la traza de las precedentes, dándole mayor relevancia a la central, por medio de una linterna, que realza el eje de la composición.

            Además de alabar la acertada y delicada operación de apoyar lo antiguo sobre lo nuevo, me permito ponderar que, al interior, si hermosa es la traza de las bóvedas, con el efecto de bicromía de los nervios más oscuros y de la tablazón más clara, muchísimo más importante es el espacio que se ha ganado para las celebraciones litúrgicas, que reclaman la unidad de la asamblea, y, no menos, la perspectiva que han conseguido las primitivas bóvedas, que han adquirido así un protagonismo, una fuerza y una grandiosidad inimaginable. Destaquemos dos factores, no menos interesantes para una iglesia: la espléndida luminosidad que proporcionan los grandes ventanales, y la magnífica acústica, que podremos valorar en toda su calidad una vez sea recompuesto el órgano en la nueva tribuna.

            Al exterior, el juego de pirámides, con el punto de énfasis de la referida linterna, se integra perfectamente con los tejados antiguos y con las cubiertas tradicionales del caserío de Aracena.

            Los presupuestos que estableció Hilario Vázquez con sus hijos, los también arquitectos y profesores Narciso-Jesús y José, podemos decir que se han logrado plenamente:

– respetar el edificio existente,
– aportar una solución arquitectónica actual,
– integrarse con el edificio y su entorno.

            El 12 de septiembre de 2008, en un solemnísimo acto, con la asistencia de las autoridades, de todas las asociaciones de fieles, y del pueblo entero de Aracena, el Sr. Obispo de Huelva consagró el templo y colocó numerosas reliquias bajo el nuevo altar mayor. Vistosos fuegos de artificio pusieron su nota colorista y festiva a la salida de la ceremonia.

            Finalmente, podemos decir que, con esta obra, Aracena ha hecho honor a su título de “muy culta ciudad”. Sus bóvedas se elevan al cielo, y, Dios, que no se deja ganar en generosidad, colmará de bendiciones a esta comunidad cristiana.

 

APÉNDICE DOCUMENTAL.

“Arazena. Año de 1725. Clase 2ª, nº 208.
Autos por la Fábrica de su Yglesia sobre la execución de la obra de ella.”

ADH, Justicia, Aracena, 1.2.39.

[fol. 3. Informe de Diego Antonio Díaz, Sevilla, 1726, enero 23]

            En la ciudad de Sevilla, en veinte y tres días del mes de enero de mil setecientos y veinte y seis años, ante mí, el presente notario, paresió Diego Antonio Díaz, architecto y maestro mayor de obras de la Santa Yglecia Patriarcal de esta ciudad y de las fábricas de ella y su arzobispado, y debajo de juramento, que hiso según derecho, dijo que, en virtud de auto probeído por su señoría el Sr. Provisor y Vicario General, fue a la villa de Arazena a ver y visitar la Iglecia Parroquial de ella, para efecto de reconoser su estado y las obras que nesecita haser para concluirla en el todo, y asimismo apresiar la cantidad que costará su execución.

            Y estando en la dicha Yglecia para dicho efecto, la vio y visitó y reconosió componerse su fábrica de tres naves, que son las dos collaterales y la nave mayor, y que sólo está labrada la capilla mayor, y que es el cruzero con su media naranja, y su nave de presviterio, en que está el altar mayor y gradas en una capilla hornasina esferal: cuya parte de Yglecia está cubierta de bóbedas de rosca de ladrillo con sus arcos de piedra mármol, que todo carga sobre pilares de dicha piedra (que son de figura de quatro medias columnas con sus sóccolos, bazas y capiteles) y sobre las paredes collaterales, que son de piedra de mampostería y ladrillo, menos los pilares que sirven de estrivos y corresponde y empujan los dichos arcos y bóbedas, que estos son de sillares labrados a esquadra de la dicha piedra mármol, y toda esta parte de Yglesia se halla rematada y con muy buenas ligazones y fortificación. Y asimismo lo está la sachristía que está en el testero de la nave collateral del lado de la epístola. Y en este sitio, donde corresponde el arco toral principal que [fol. 3 vº] resive la media naranja, está un pedazo de coro interino compuesto con unos escaños y es muy corto e indesente, de tan corta capazidad que no caben en él los eclesiásticos.

            Y lo que falta por labrar para la conclusión de esta Yglecia es todo el cuerpo de ella, en todo el largo y ancho de todas tres naves, que según la ydea que llebaba el artífice que executó lo que está obrado y los rastros y señales, parese avía de serguir el dicho cuerpo de Yglecia, son la dicha capilla mayor de quatro intercolumnios de a dies baras cada uno sin los gruezos de pilares que se componen de siete pies de diámetro cada uno, y pared de su fachada principal. Y falta asimismo que labrar sus tres portadas y la torre; que todo lo referido, si se labrase, costaría grandísimas cantidades su execución.

            En cuya atención, y no atendiendo a la simetría que según preceptos de architectura le corresponde a la longitud del dicho cuerpo de Yglecia, me ha paresido reducirlo a lo más presizo que necesita dicha Yglecia para su amplitud, que son dos intercolumnios, que el uno con poca diferencia viene a ocupar el Coro, y el otro su mitad queda para trascoro y uso de la entrada de la puerta principal, y la otra mitad por delante de dicho coro para más amplitud de la Capilla mayor y desahogo de la gente, uso y correspondencia de las dos puertas que están en las naves collaterales. Y con lo dicho queda para el tiempo presente y futuro con la presiza amplitud dicha Yglecia, sin que en adelante sea nesesario alargarla más. Y para estos dos intercolumnios están ya labradas las paredes de las naves collaterales en todo el largo de ellos, y hasta nuebe baras y media [fol. 4] en alto poco más o menos con sus pilares estrivos de la parte exterior y sus medios pilares de columnas de la parte interior, que son las correspondencias de los demás pilares, que faltará para acabarlos hasta su coronación de capiteles quatro baras y media con poca diferencia unos con otros, y las dichas paredes onze baras y media cumplimiento a veinte y una, que han de tener de altura hasta la corniza exterior, que es el peso de la que viene jugando por todo el templo: cuyas paredes y medios pilares están de buena calidad con bastante solidez y fortaleza para cargar con la gravedad de la obra; y aunque las dichas paredes y los cimientos siguen algo más adelante de los dichos dos intercolumnios, no obstante, se han de sujetar a el largo referido, y en su extremo arrimado a los dichos medios pilares se ha de labrar la pared fachada principal, que ha de tener de gruezo lo mismo que tienen las que están labradas, dejando en medio correspondiente a la nave mayor el arco de la puerta de la entrada principal; y esta pared, es nesesario sacarla de simientos; y asimismo sacar de simientos los quatro pilares que reciben los arcos y bóbedas de la nave mayor y collaterales, que corresponden a estos dos intercolumnios, que son dos pilares diáfanos, y los otros dos en los extremos, que de la parte interior en los pies de dicho cuerpo sirven de correspondencia a los demás, y así mismo donde empujan todos los arcos y bóbedas del templo, que estos también son enteros como los de la nave mayor, con la diferencia de no tener más de tres medias muestras de columnas para las correspondencias del medio, y el otro resto que se une y liga con la dicha pared fachada principal, le corresponde de pilar quadrado que tendrá el mismo diámetro de la columna, y bara y media de largo, que es el interbalo que quedará dende las [fol. 4 vº] medias columnas a la dicha pared donde han de cargar los tres arcos de la tribuna que han de quedar presizamente a la dicha pared arrimados para la tibuna donde ha de estar el órgano, y sobre los dichos pilares se han de labrar los arcos y sobre ellos las bóbedas, y todo ha de quedar executado de la misma forma y fábrica de lo que oy está hecho y las mismas alturas, gruezos y calidad y fortificación y buenas ligazones, y los pilares de la misma architectura dórica que viene executada en lo que está labrado de los dichos dos intercolumnios y con su misma simetría y molduras, para que queden uniformes los unos pilares con los otros, como asimismo quedarán los arcos correspondientes en el todo a los que están executados. Y las bóbedas quedarán bien prevenidas, y han de ser de rosca de ladrillo, y cal y arena, y de bastante gruezo, y por sima cogidas sus lluvias con solerías o texado con sus buenas vertientes y bien prevenidas para que despidan a la parte de afuera.

            Y dejándolo todo bien rematado, costará su execución hasta cantidad de veinte y cinco mil ducados, en que no se incluyen las tres portadas y la torre, que de eso no ha hecho aprecio, mediante aver atendido sólo a lo que presizamente se nesecita para la amplitud de dicha iglesia.

            Todo lo qual declaro aver hecho bien y fielmente a su leal saber y entender, y debajo del juramento que llevo fecho y lo firmo en el dicho día.

Diego Antonio Díaz [rubricado]                                                                                                     

Juan Ygnacio Bello de Burgos, notario apostólico [rúbrica]

 

NOTAS


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1. Sobre la parroquial de la Asunción, cfr. OLIVER, Alberto, Alfonso PLEGUEZUELO y José Mª SÁNCHEZ, Guía Histórico-Artítsica de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Huelva, Aracena, Iniciativas Leader, 2004, págs. 56-58. Iidem, “Aracena”, en CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús [et alii], Guía Artística de Huelva y su provincia, Sevilla, Fundación Lara - Diputación de Huelva, 2006, págs. 116-118.

2. GUTIÉRREZ MARMONJE, Juan, Antigüedad y estado de Aracena, manuscrito compuesto en 1782, transmitido por copia de Manuel Fuentes Escobar (1868). Copia en Arcilasis II. Recopilación de textos históricos y literarios para fomentar el estudio de la Historia de Aracena y su serranía, Aracena, Ayuntamiento, 1992, fol. 8.

3. LOBATO FORTE, María, “La arquitectura religiosa en Aracena”. Tesis de licenciatura inédita. Universidad de Sevilla, 1958, pág. 67.

4. SÁNCHEZ ORTEGA, Fernando, Memorias y sucesos notables de Europa, especialmente de Aracena y de sus inmediaciones, fol. 4 vº; edic. Javier PÉREZ-EMBID, Huelva, Diputación Provincial, 1999, pág. 67.

5. HERNÁNDEZ DÍAZ, José, Arte y artistas del Renacimiento en Sevilla, t. VI de Documentos para la Historia del Arte en Andalucía, Sevilla, 1933, pág. 10.

6. Ibidem,  pág. 11: Riaño falleció en Valladolid el 27 de noviembre de 1534. Todavía le adeudaba cierta cantidad la iglesia de Aracena.

7. SÁNCHEZ ORTEGA, Fernando, Memorias..., fol. 72; PÉREZ-EMBID, J., pág. 153.

8. La alacena eucarística se conserva tras el retablo del Cristo de la Plaza. Se abre por un arco de piedra, deprimido rectilíneo, que se adorna con un relieve de un ángel que sostiene una cartela, en la que se lee: “ihs / [cardenal] don alonso / arçobispo de sevilla  / año de 1538.” La parte superior se remata en arco conopial.

9.HERNÁNDEZ DÍAZ, José, Arte y artistas del Renacimiento en Sevilla, o.c., pág. 8. El 1 de octubre de 1549 Miguel de Gaínza intenta cobrar un ducado de oro que le adeudaba Juan de Calona, cantero, maestro mayor de las obras de cantería de la villa de Aracena.

10. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fol. 72; PÉREZ-EMBID, J., pág. 153.

11. GONZÁLEZ TELLO, Víctor, Apuntes históricos de Aracena y su distrito, original mecanografiado, Aracena, 1949, t. II, págs. 861-862. BANDA Y VARGAS, Antonio, El arquitecto andaluz Hernán Ruiz II, Sevilla, Anales de la Universidad Hispalense, 1974, pág. 181.

12. LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino, Desde Jerónimo Hernández hasta Martínez Montañés, Sevilla, 1929, págs. 150-151.

13. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fol. 6 vº; PÉREZ-EMBID, J., pág. 70.

14. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fol. 7 vº- 8; PÉREZ-EMBID, J., págs. 72-73.

15. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fol. 6; PÉREZ-EMBID, J., pág. 69.

16. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fols. 72-72 vº; PÉREZ-EMBID, J., pág. 153.

17. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fols. 11 vº- 12; PÉREZ-EMBID, J., pág. 78.

18. LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino, Desde Jerónimo Hernández hasta Martínez Montañés, o.c., pág. 150. PÉREZ-EMBID, Florentino, “El retablo mayor de Santa María de Aracena y otras obras de arte desaparecidas”, en Archivo Hispalense, t. LVIII, nº 178, Sevilla 1975, pág. 74.

19. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fol. 42; PÉREZ-EMBID, J., pág. 117.

20. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fol. 72 vº; PÉREZ-EMBID, J., pág. 153.

21. SÁNCHEZ ORTEGA, F., Memorias..., fol. 72 vº; PÉREZ-EMBID, J., pág. 153.

22. MARÍN FIDALGO, Ana, Vermondo Resta, t. 48 de Arte Hispalense, Sevilla, Diputación Provincial, 1988, págs. 32, 122

23. GONZÁLEZ TELLO, Víctor, Apuntes, t II, fol. 872. Lee: “Ficet Chosus 1.603.”

24. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.45: “Autos para la terminación de la Yglesia” [exped. de 459 fols.], fols. 35. Declaración de Manuel José Pérez Lozano, mayordomo de fábrica de Aracena, de 15 de diciembre de 1774.

25. GUTIÉRREZ MARMONJE, Juan, Antigüedad y estado de Aracena, o.c., fols. 4-5.

26. PÉREZ-EMBID, Florentino, “El retablo mayor de Santa María de Aracena y otras obras de arte desaparecidas”, o.c., págs. 80-96.

27. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.19. Solicitud de 4 junio 1664. Informe de Francisco Escudero Barba, de 2 septiembre 1664.

28. AGAS, Visitas, leg. 1358, fols. 177-178: HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Salvador, “La Prioral de Aracena en 1715”, en RODRÍGUEZ GARCÍA, Mario [et alii], Parroquia de la Asunción. El crecimiento de una catedral, Aracena, Excmo. Ayuntamiento, 2008, págs. 83-89.

29. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.45, fol. 34 vº;  FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro, Documentos para la Historia de la Arquitectura de Huelva y su provincia, Huelva, Diputación Provincial, 1977, pág. 75.

30. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.39: “Arazena. Año de 1725. Clase 2ª, nº 208. Autos por la Fábrica de su Yglesia sobre la execución de la obra de ella.” [exped. de 55 fols.], fol. 7.

32. LÁZARO MUÑOZ, María del Prado, El arquitecto sevillano Diego Antonio Díaz, Sevilla, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Sevilla, 1988, pág. 36.

33. Cfr. Apéndice documental.

34. MARTÍN RIEGO, Manuel, “El Siglo de las Luces”, en ROS, Carlos, Dir., Historia de la Iglesia de Sevilla, Sevilla, Edit. Castillejo, 1992, pág. 588.

35.  ACS, Diputación de Negocios, Libro 328, fol. 223-224. Acuerdo del Cabildo de 27 de enero de 1726.  SANCHO CORBACHO, Antonio, Arquitectura Barroca Sevillana, Madrid, CSIC, 1952, pág. 174.

36.  ADH, Justicia, Aracena, 1.2.39, fols. 8, 10, 13-14, 18-19, 22-23 vº, 24-25.29-31, 32-33 vº, 44-46, 47-48 vº, 53-54.

37. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.39, fol. 9.

38. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.45, fol.  8; FALCÓN, T., o.c., pág. 63.

39. AMADOR DE LOS RÍOS, Rodrigo, Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Huelva - 1909, Edición y Estudio preliminar de Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Huelva, Diputación Provincial - Ministerio de Educación y Cultura, 1998, pág. 450. Lee: “primavo”.

40.ADH, Justicia, Aracena, 1.2.45, fol. 8; FALCÓN, T., o.c., pág. 63. Declaración de Manuel José Pérez Lozano, mayordomo de fábrica de Aracena, de 15 de diciembre de 1774.

41. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.45, fols. 8 vº-9; FALCÓN, T.,, o.c., págs. 63-64.

42. Ibidem, fols. 14-17; FALCÓN, T.,, o.c., págs. 67-72.

44. Ibidem, fols. 111-116 vº; FALCÓN, T., o.c., págs. 77-85.

48. Ibidem, fols. 294-296 vº; FALCÓN, T.,, o.c., págs. 87-91.

49. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.65, exped. de 443 fols.

50. ADH, Justicia, Aracena, 1.2.70, 72, 79. Cuentas de 7 años de obras, de 1825-1830.

51. ORDÓÑEZ MÁRQUEZ, Juan, La apostasía de las masas y la persecución religiosa en la provincia de Huelva, Madrid, CSIC, 1968, págs. 179-182.

52. ADH, Gobierno, Aracena, Carta del párroco Antonio López de Tejada al Arzobispo de Sevilla, 1936-09-20.

53. Arch. Parr. Aracena, “Actas de la Junta Pro-Restauración de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Aracena”, transcritas en Parroquia de la Asunción... o.c., págs. 108-129.

54. ADH, Cancillería, Aracena, docs. 77-80.

55. VÁZQUEZ VÁZQUEZ, Hilario, Narciso-Jesús y José VÁZQUEZ CARRETERO, “Terminación de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Aracena: una obra distinta”, en Parroquia de la Asunción... o.c., págs.  16-17.